Células: La evolución de solitarias a agrupadas
Las proteínas, esa conga de aminoácidos que se agrupan tras la expresión del ADN, son comúnmente conocidas como las obreras de la célula, su mano de obra. Las proteínas llevan a cabo innumerables funciones, gracias a que hay proteínas de infinitas formas, debido a la enorme combinación de los aminoácidos que pueden conformarla. Llegados a este punto, una buena pregunta sería: ¿cómo una proteína que lleva a cabo una función específica puede evolucionar para desarrollar otra diferente? Y, ¿cómo las células adquirieron los sistemas complejos de interacción célula-célula que posibilitan que las células trabajen de forma agrupada?
La evolución de la ‘sociabilidad’ celular
Unos diez días atrás se publicó en la revista eLife un estudio que nació de la investigación básica del bioquímico Ken Prehoda, de la Universidad de Oregon.
En el estudio, se trabajó con Coanoflagelados, que no son más que protistas unicelulares. Los Coanoflagelados viven en aguas marinas, y poseen una colas serpenteantes, llamadas flagelos, que les aportan la capacidad de moverse y recoger alimento. Además de en la más vasta de las libertades, los Coanoflagelados también pueden agruparse en colonias multicelulares, lo que las convierte en candidatas idóneas para el estudio que nos atañe.
Así, Prehoda y el resto de los investigadores usaron técnicas como la secuenciación y softwares que les posibilitaron moverse hacia atrás en el árbol de la evolución, de modo que pudieron ver cambios moleculares y el funcionamiento de proteínas ancestrales. De este modo, los científicos lograron identificar una mutación que fue importante para que las células abriesen sus puertas y considerasen convivir en agrupaciones multicelulares en las que, finalmente, las colas no serían necesarias. Los investigadores también observaron que los flagelos (las colas) de los Coanoflagelados son fundamentales en el proceso de organización de las colonias multicelulares, pero el papel de estas colas se vuelve cada vez menos importante con la llegada de una duplicación de un gen para una enzima determinada (la guanilato kinasa) y de la mutación puntual que permitió que una de las copias de la enzima anterior ayudase en la orientación y organización de las células recién formadas.
La nueva copia con capacidad de intervenir en la división celular, jugando un rol importante en la orientación de las células hijas, demostró aportar una nueva función a las células: socializarse y formar agrupaciones, lo que finalmente, con los años contados en millones, posibilitaría la formación de individuos más complejos, como nosotros. ¿La prueba? La mutación mencionada la conservamos hoy en día en nuestro ADN, todos y cada uno de los animales, además de los’primos’ unicelulares de los Coanoflagelados, pero no otras formas de vida.
Fuente: eLife