El dodo no era tan tonto como lo pintaban
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¿Os acordáis del dodo de Alicia en el País de las Maravillas? En la historia, organizaba una carrera en círculo bastante absurda y al final decidía que todos habían ganado, por lo que era necesario repartir el premio. Y es que, desde siempre, este animal extinto ha tenido fama de tonto; algo que le ha llevado a encarnar personajes como el de la obra de Lewis Carroll.
Sin embargo, la ciencia ha querido romper una lanza a favor del dodo y desmentir esta creencia. ¡No, señores! ¡El dodo no era estúpido! Y si no os lo creéis, leed este artículo.
¿Qué sabemos sobre el dodo?
Raphus cucullatus, más conocido como dodo o dronte, fue un ave no voladora, endémica de las Islas Mauricio.
Aunque estaban emparentados con las palomas, los dodos se adaptaron al estilo de vida de la isla a través de la pérdida de la capacidad de volar, que derivó en una serie de cambios característicos en su musculatura y sus plumas, que se volvieron filamentosas y escasas en la zona de la cola.
Su hábitat permaneció ajeno a la humanidad hasta el siglo XVIII, cuando llegaron los primeros colonos, que comenzaron a difundir la idea de su escasa inteligencia, debido a sus movimientos torpes, que hacían que cazarlo fuese una tarea muy sencilla.
Además, con el hombre llegaron nuevas especies portadoras de enfermedades; como cerdos, perros y gatos, y también comenzó la deforestación de los bosques, que permitían el sustento del dodo. Todo esto, junto al saqueo de los nidos por parte de algunas de las nuevas especies, llevó a que que la extinción del ave tardara muy poco en producirse.
¿Es realmente el dodo tan tonto como parecía?
Para responder a esta pregunta, un grupo de investigadores del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York y el Museo de Historia natural de Copenhague realizaron tomografías computerizadas del cráneo de un dodo y reconstruyeron digitalmente la estructura de su cerebro exterior.
Por otro lado, repitieron el mismo proceso con las otras ocho aves miembros de la familia de las palomas, para poder compararlas entre ellas. De este modo, llegaron ala conclusión de que no existían diferencias remarcables en la inteligencia de ninguna de ellas.
Además, pudieron comprobar que el dodo tenía grandes e inusuales bulbos olfatorios, que le permitían localizar muy fácilmente frutas frescas, moluscos y pequeños insectos de los que alimentarse.
Por lo tanto, el dodo no sólo no carecía de inteligencia, sino que también tenía algunas ventajas evolutivas que lo hacían superior a sus parientes las palomas. Lo que le perdió fue su torpeza, pero ser torpe no significa ser tonto. Y si no, que se lo digan a muchos de los grandes genios de la historia.
Fuente: Linnean Society