Se trata de Sofía Kovalevskaya, una rusa que no sólo tuvo que lidiar con su condición de mujer, sino también con el hecho de ser gitana, aunque ninguno de los dos obstáculos fue capaz de frenar su carrera.

Por eso, su tenacidad le valió varios logros profesionales que hoy os queremos contar, para haceros ver que lo más importante para conseguir nuestros objetivos es no rendirnos nunca.

Biografía de Sofía Kovalévskaya

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Sofía nació en 1850 en el seno de una familia rusa gitana. Además también era descendiente de Matías Corvino, el Rey de Hungría, pero nunca pudo gozar de los privilegios que le correspondían debido a que su abuelo fue desheredado por casarse con una gitana.

A pesar de todo, su familia gozaba de suficiente poder económico como para darle una buena formación académica de la mano de un tutor personal. Comenzó siendo una apasionada de la poesía, pero poco a poco fue despertando en ella también un gran interés por las matemáticas.

Por eso, comenzó a centrar en ellas sus estudios hasta que su padre, que no concebía la idea de una mujer matemática, le impidió seguir formándose en la materia.

Sin embargo, la joven no se rindió y siguió aprendiendo leyendo a escondidas libros de álgebra que pedía prestados. De ese modo, se forjó una gran destreza para las matemáticas que no pasó desapercibida a un profesor; que, después de varios años, consiguió convencer a su padre para que le permitiera estudiarlas.

Así fue como comenzaron sus estudios, primero a través de clases particulares y después en la Universidad, en la que finalizó la carrera de matemáticas y, además, llevó a cabo tres doctorados, dos sobre matemáticas y uno sobre astronomía.

Carrera científica de Sofía Kovalévskaya

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A través de sus estudios resolvió algunos problemas que habían llevado a grandes quebraderos de cabeza a algunos de los más importantes matemáticos de la época. Además, dos de sus trabajos, llamados “Sobre la teoría de las Ecuaciones diferenciales” y “Sobre la rotación de un cuerpo sólido alrededor de un punto fijo”, fueron muy influyentes en los estudiosos de la época, consiguiendo  incluso  la obtención del premio de la Academia de Ciencias de París, por la realización del segundo.

Pero la mayor de sus satisfacciones fue su puesto de profesora en la Universidad de Estocolmo, ya que con él se convirtió en la primera mujer en ostentar un puesto de profesora en un centro universitario europeo.

Después de su muerte, que le llegó a causa de la gripe a la temprana edad de cuarenta y un años, ha recibido otros muchos reconocimientos y puede que aún consiga muchos más. Y es que tanto esfuerzo y tanta pasión por la ciencia no serían para menos.