Lo que la mentira esconde, según la ciencia
En este reportaje os contamos cómo se relacionan la mentira y la ciencia, desde cómo la gestiona nuestro cerebro hasta cómo reconocer a un mentiroso.
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La mentira es un fenómeno intrínseco a la condición de ser humano.
Unos más y otros menos, pero todos hemos mentido en alguna ocasión, por lo que no es de extrañar que la mentira se pueda explicar neurológicamente, del mismo modo que otros procesos cotidianos como el sueño, el hambre o la ansiedad.
Esto ha conducido a que muchos científicos lleven años centrándose en ella,realizando estudios que resultan de gran utilidad, no sólo para comprender por qué nos empeñamos en maquillar la realidad del modo que lo hacemos, sino también para ayudar a la justicia a desenmascarar a aquellos que usan la mentira para ocultar sus crímenes y a nosotros mismos para no dejarnos timar.
Bases neurológicas de la mentira
Aunque pueda parecer lo contrario, la mentira requiere un esfuerzo mental considerable. Si lo pensáis, cuando le mentimos a alguien nuestro cerebro debe guardar toda la información falsa a la vez que la genera, de modo que en un futuro no caigamos en nuestra propia trampa.
Además, también debemos prestar atención a las reacciones de nuestro interlocutor para comprobar si se lo está creyendo todo o si, por el contrario, debemos diseñar rápidamente un plan de huida de la mentira que estábamos trazando.
Esta elaboración compleja lleva a que el cerebro del mentiroso tenga que trabajar a fondo para elaborar la mentira, por lo que queda grabada con detalle en su memoria. Sin embargo, si la mentira simplemente consiste en negar algo cierto, no requerirá un esfuerzo cognitivo y será muy difícil recordarlo pasado un tiempo.
Influye también si la mentira es espontánea o si se ha elaborado a conciencia y, de hecho, son diferentes las partes del cerebro que trabajan en cada caso, ya que en las mentiras espontáneas se activa mayormente el córtex cingular anterior, mientras que en las elaboradas trabajará más el córtex frontal anterior derecho, implicado en la memoria episódica, que se relaciona con los recuerdos en los que nosotros mismos somos protagonistas.
¿Está impreso en nuestro cerebro si somos mentirosos u honestos?
Esta es una pregunta difícil de contestar; ya que, salvo casos aislados de los que hablaremos más adelante, la mentira no es un trastorno, sino una herramienta que todos hemos usado en alguna ocasión con fines que pueden ser muy variables.
Sin embargo, sí que es cierto que hay algunas personas con mas tendencia a mentir que otras, por lo que no es descabellado que haya alguna marca en su cerebro que les lleva a comportarse de esa manera.
Pues, según un estudio llevado a cabo en 2014, parece ser que hay una zona cerebral que lleva a las personas a ser honestas y, por lo tanto, a no tomar la mentira como norma. Esto se comprobó a través de los resultados en varios juegos de un grupo de pacientes con diferentes zonas del cerebro dañadas.
Como sabéis, en los juegos es muy típico mentir para ganar, especialmente si hay dinero de por medio, por lo que son útiles en experimentos en los que se pretende comprobar la honestidad de las personas. Y así fue. Después de realizar los juegos, los investigadores concluyeron que los pacientes con más problemas para desarrollar comportamientos honestos eran aquellos que tenían dañada la corteza prefrontal dorsolateral, por lo que se intuye que esta zona está directamente implicada en la sinceridad.
El efecto Pinocho: Sí, nuestra nariz cambia cuando mentimos
Cuando éramos pequeños, nuestras madres nos decían continuamente que si mentíamos nos crecería la nariz como a Pinocho y aunque nosotros nos hacíamos los mayores y fingíamos no creérnoslo, cuando ellas no miraban nos palpábamos rápidamente la punta de la nariz para asegurarnos de que todo seguía en su sitio.
Pues ojo, que la cosa no iba tan desencaminada. Y es que, según un estudio llevado a cabo por la Universidad de Granada en 2012, cuando mentimos nuestra nariz no crece, pero sí que cambia su temperatura.
Llegaron a esta conclusión utilizando una técnica, conocida como termografía, que analiza los cambios de la temperatura corporal en respuesta a diferentes estímulos.
Así pudieron comprobar que cuando una persona miente se producen muchos cambios a nivel de su temperatura corporal resultantes de la ansiedad y el esfuerzo mental del que hablábamos al principio. Por ejemplo, aumenta la temperatura del músculo orbital presente en la esquina del ojo, pero resulta mucho más curioso el caso de la nariz, ya que es inevitable pensar en Pinocho. ¿Conocería este dato Carlo Collodi cuando escribió la historia de este simpático personaje de madera?
¿Por qué mienten los niños?
Y al hilo de lo anterior. ¿Quiénes son las personas qué más a menudo mienten? No, los políticos no valen. Y todos los jefes, ex parejas y amigos traidores que se os están pasando por la cabeza tampoco. ¡Hablo de los niños!
Los niños mienten muchísimo y la verdad es que, aunque hay que tener cierto control, en un principio no tenemos por qué preocuparnos, ya que lo hacen por motivos bastante inocentes.
Según los psicólogos, la mentira forma parte de sus juegos, ya que la infancia es una etapa muy fantasiosa en la que la imaginación de realidades alternativas es algo bastante común. Por otro lado, también mienten por cosas tan obvias como llamar la atención o ahorrarse castigos. ¿Quién no le ha echado la culpa a su hermano pequeño o mayor para ahorrarse un castigo por haber roto un jarrón?
Sin embargo, algunas veces se puede dar el caso contrario, pues no sólo recurren a la mentira por su propio beneficio, sino que también pueden hacerlo para proteger a amigos o hermanos.
Todo esto no debe preocuparnos, pero sí que debe hacerlo si lo hacen por imitación. Como sabéis, los niños a menudo tienden a repetir lo que ven. Si un niño ve que sus padres leen en la cama, leerá en la cama; si les ven hacer ejercicio, ellos también lo harán y si les ven mentir, mentirán. Vosotros decidís qué hábitos qué hábitos preferís que imiten.
La psicología del mentiroso compulsivo
Si la obsesión por la mentira permanece con los años y llega hasta la etapa adulta sí que debemos comenzar a preocuparnos, ya que estaríamos ante un caso de mitomanía.
También denominado pseudología fantástica, este trastornos lleva a quiénes lo padecen a recurrir de forma compulsiva a la mentira, bien para llamar la atención, para conseguir sus objetivos o simplemente para captar el afecto de los demás.
Sin embargo, el problema no se reduce sólo a eso, ya que llega un momento en que si estas personas no adornan la verdad aunque sea un poco se sienten indefensos y padecen unos síntomas similares a los de un adicto bajo el síndrome de abstinencia.
El estrés es uno de los mayores desencadenantes de esta adicción, por lo que en caso de aparecer es necesario controlarlo en la medida de lo posible. Además, es muy importante el apoyo de familiares y amigos y, por supuesto, la ayuda psicológica.
¿Cuáles son las señales que delatan a un mentiroso?
Como os decía en la introducción, el estudio de la mentira sirve para ayudar a los profesionales de la ley a reconocer cuándo una persona está mintiendo con el fin de ocultar un crimen. Además, a los que no nos dedicamos a esos menesteres también nos puede venir bien para evitar que nos engañen en nuestro día a día, por lo que a todos os interesa la siguiente información.
Se trata de las siete señales que, según varios expertos de la psicología y el análisis del lenguaje, delatan hasta a los mentirosos más profesionales.
- Cambios en la respiración: Ya hemos visto que mentir es una situación muy estresante, por lo que es lógico que se pueda manifestar a través de cambios en la respiración, fácilmente detectables con la observación del movimiento de los hombros. Sin embargo, hay algunos mentirosos a los que se les da bastante bien controlar este factor, por lo que es necesario tenerlos todos en cuenta.
- Preguntas inesperadas: Cuando un mentiroso ha elaborado una mentira a conciencia suele tener en cuenta posibles preguntas relacionadas, pero estará preparado para contestar a preguntas que se salgan del guión, por lo que los expertos en detección de mentiras a menudo usan esta técnica, con muy buenos resultados.
- Exceso de detalles: No hay mejor manera de detectar una mentira que a través de la identificación de detalles innecesarios. Y es que ya lo dice la locución latina: “Excusatio non petita, accusatio manifesta”. O lo que es lo mismo, si no te han pedido excusas y las das, hay algo que huele mal.
- Repetición excesiva de palabras y frases: El tema de las coletillas es un clásico que todos hemos usado en alguna ocasión, ya que aporta un tiempo extra para pensar en la siguiente mentira. Por ejemplo, imaginad que vuestra pareja os pregunta cuándo es su cumpleaños y no lo recordáis. Quizás comenzar la respuesta con un “Pues….” os dé el tiempo suficiente para recordarlo… o para salir corriendo.
- Movimiento de los pies: Según estos investigadores, la necesidad de salir corriendo que solemos mentir cuando alguien intenta cazar nuestras mentiras nos lleva a arrastrar los pies involuntariamente, así que es un factor muy a tener en cuenta.
- Miradas fijas, sin pestañear: Lo lógico cuando alguien es un mentiroso inexperto es que evite la mirada de su interlocutor, pero precisamente por eso a menudo los mentirosos profesionales optan por mirarlo fijamente, olvidándose de pestañear en algunas ocasiones.
- Actitud defensiva: Y si la cosa empieza a ir mal, ¿qué será lo primero que hará un mentiroso? Ponerse a la defensiva. Así que ya sabéis, si se ofenden innecesariamente, es posible que escondan más de lo que intentan aparentar.
Sin duda el estudio de la mentira es apasionante, pero que nos pillen mintiendo no lo es tanto. Así que ya sabéis, evitad la mentira siempre. O bueno, casi siempre.