La historia de la mujer que escuchó a Juno, la sonda que ha llegado a Júpiter
Os hablamos de Susan Finley, la trabajadora más antigua de la NASA, que ha trabajado en muchas de sus misiones, siendo la última la de la sonda Juno.
7 julio, 2016 17:02Noticias relacionadas
Todas las semanas os hablamos de mujeres científicas que han sido relevantes en la historia, pero el caso de Susan Finley es tan interesante que merecía un lugar a parte.
Continuamente nos hacemos eco de los grandes logros de la NASA, pero no nos paramos a pensar en las muchas personas que hay detrás de cada una de esas hazañas, por lo que nos perdemos grandes historias, como la de Susan, la mujer que más tiempo ha trabajado para la compañía espacial.
Han sido muchísimas las misiones espaciales que de un modo u otros han llevado su sello, pero desgraciadamente no ha podido tener todo el reconocimiento que merece por el simple hecho de no haber estudiado para ello. Sin embargo, eso no la ha frenado para seguir al pie del cañón, formando parte también del equipo que ha propiciado que hace apenas unos días la sonda Juno llegase con éxito a Júpiter.
La interesante historia de Susan Finley
Susan empezó a trabajar para el NASA’s Jet Propulsion Laboratory (JPL) en 1958, apenas 8 meses antes de que se creara oficialmente la agencia espacial.
En una época en la que la ciencia computacional aún se encontraba en pañales, los cálculos matemáticos necesarios para el correcto funcionamiento de las misiones espaciales requerían de verdaderos ordenadores humanos, como Susan, que formó parte de un equipo de mujeres a las que en 1969 se les concedió el título de ingenieras; pues, al fin y al cabo, habían demostrado sus dotes científicas a través de la experiencia.
Y es que no sólo tuvieron que realizar cálculos; ya que, poco a poco, la electrónica fue evolucionando y la NASA pudo incorporar ordenadores a su día a día, por lo que se instruyó a todas ellas en FORTRAN, uno de los primeros lenguajes de programación desarrollados para aplicaciones científicas.
Curiosamente, esto dio lugar a que en los años 60 los ingenieros masculinos se negaran a estas tareas, pues consideraban que la programación era “cosa de mujeres”.
Así, aunque poco a poco el resto de mujeres fueron abandonando la compañía por una u otra razón, Susan Finley permaneció allí, actualizando sus conocimientos a medida que avanzaba la ciencia y contribuyendo al desarrollo de muchas de las grandes misiones de la historia. Sin embargo, en 2004 la política de contrataciones de la NASA cambió, haciendo la licenciatura un requisito obligatorio para trabajar como ingeniero, por lo que fue degradada del merecido puesto que se le había concedido en los 60.
Pero allí todo el mundo conoce su valía, por lo que aún hoy, a pesar de sus 79 años de edad, sigue ayudando a que no decaiga el sueño espacial.
Misiones en las que ha intervenido Susan Finley
Podríamos estar horas hablando de las misiones en las que Susan ha intervenido a lo largo de su carrera, aunque en este apartado sólo mencionaremos algunas de las más importantes, pero empecemos por el final.
Como os decíamos en la introducción, Susan ha formado parte del equipo que ha escuchado los tonos de radio emitidos por Juno en su llegada a Júpiter. Y no es algo nuevo para ella, ya que lleva siguiendo estos tonos, emitidos en diferentes frecuencias, desde 1997, gracias a un software que ella misma ayudó a desarrollar.
Pero este no fue su primer logro, pues esta ingeniera estuvo detrás del lanzamiento del primer satélite estadounidense o de las primeras misiones lunares. Contribuyó también a la elaboración de la ruta de los Voyagers a través del Sistema Solar e incluso trabajó en la misión de exploración del Rover de Marte.
Ninguna objetivo ha sido imposible para ella, por lo que a pesar de su degradación se le han concedido varios premios, como el que se le otorgó en 1996 por su intervención en la misión de la sonda Galileo, predecesora de Juno en su viaje por Júpiter.
Sue, como la llaman cariñosamente algunos de sus compañeros, también ha formado parte del equipo creador de la red mundial de antenas preparada para recibir hasta las señales más débiles del espacio.
Por eso, esta anciana aún sigue allí, escuchando los sonidos de la inmensidad del espacio al que ha dedicado toda una vida, demostrando que las carreras universitarias no son necesarios para volar alto. Muy alto.