Joan Wiffen, la dama de los dinosaurios
Hoy, en la sección de mujeres científicas os hablamos de Joan Wiffen, considerada la primera mujer en encontrar fósiles de dinosaurios en Nueva Zelanda.
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Hoy dedicamos la sección de científicas a una mujer cuya pasión por el mundo de los fósiles la llevó a convertirse en un referente del campo de la paleontología, aún sin haber obtenido ningún tipo de formación académica al respecto.
Se trata de Joan Wiffen, una mujer australiana que, como tantas otras, tuvo que dejar el colegio a una edad muy temprana para dedicarse a las tareas que supuestamente le correspondían a una chica de su época.
Afortunadamente, no se resignó a ser sólo “hija, esposa y madre”, sino que poco a poco fue dedicando su tiempo al estudio de la rama de la ciencia que más la apasionaba, centrando la segunda mitad de su vida en ella y ganándose a pulso ser bautizada como “la dama de los dinosaurios“. Hoy os contamos por qué, a la vez que le hacemos el merecido homenaje de daros a conocer su interesante vida.
¿Quién fue Joan Wiffen?
Nacida en Nueva Zelanda en 1922, Joan Pederson (su nombre de nacimiento) tuvo que abandonar muy pronto la escuela, pues en esa época no estaba bien visto que las mujeres se desarrollaran profesionalmente.
Sin embargo, en ningún momento dejó de cultivar su inmensa afición por la naturaleza, que la llevaba especialmente a recolectar todo tipo de rocas y conchas, guardándolas como si de verdaderos tesoros se tratase, a pesar de no saber nada sobre su nombre o su procedencia.
Así transcurrieron los primeros años de su vida hasta que, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, decidió alistarse en la Fuerza Aérea Auxiliar Femenina, donde sirvió durante seis años, tras los cuáles se casó con Pont Wiffen, que se convertiría no sólo en su marido y padre de sus hijos, sino también en su posterior compañero de aventuras.
Trabajos en paleontología de Joan Wiffen
Contagiado de la pasión por la ciencia de su mujer, Pont se inscribió en clases nocturnas de geología, a las que asistió hasta que una enfermedad le impidió seguir estudiando.
El matrimonio temía perder el dinero de la matrícula, por lo que Joan comenzó a sustituir a su marido cada noche, alcanzando los conocimientos que le faltaban para estar totalmente segura de querer dedicarse a la búsqueda de fósiles.
Y así lo hizo. Por ese entonces la mayoría de paleontólogos aseguraban que en Nueva Zelanda jamás habían vivido los dinosaurios, pues no se había encontrado ningún fósil con sus restos, aunque existían unos pocos escépticos, como Charles Fleming, que consideraban que no haber encontrado evidencias no significaba que nunca hubiesen estado allí. Así, alentada por estas teorías, Joan Wiffen recabó toda la información y el material necesarios para realizar una expedición a una región en la que sí que se habían hallado restos fosilizados de otros reptiles, iniciando en compañía de su marido la que sería la primera de muchas búsquedas.
No tardaron en empezar a aparecer restos de reptiles y algunos animales marinos, pero los dinosaurios parecían resistirse hasta que, un buen día de 1975, encontró un curioso hueso, muy distinto a cualquiera de los que había visto hasta el momento; que después de consultar con algunos expertos resultó pertenecer a un dinosaurio carnívoro del que sí que se habían encontrado fósiles en otros puntos del planeta.
Éste podría haber supuesto un magnífico fin para su aventura, pero para ella no había hecho más que empezar, pues ahí comenzó a centrarse de nuevo en su formación, aprendiendo tanto sobre paleontología que, a pesar de no tener estudios universitarios, pudo escribir todo tipo de ensayos, desde artículos científicos de gran interés hasta libros de divulgación muy interesantes, con los que consiguió llegar también hasta el público infantil, al que fascinó con sus historias sobre dinosaurios.
Joan Wiffen murió siendo ya una mujer octogenaria, que en sus últimas décadas había conseguido el deseo de su vida: convertirse en una científica aventurera, que logró sus objetivos a pesar de los obstáculos impuestos por la sociedad más machista, los terrenos escarpados en los que se escondían sus fósiles y todas y cada una de las personas que le dijeron que no podría conseguirlo. Una historia muy inspiradora, sin duda.
Imágenes: Science learn