En menos de un mes, dos de los mayores fabricantes de coches del mundo han anunciado el fin de su inversión en el hidrógeno como alternativa a las baterías eléctricas, al menos temporalmente.
Primero fue Daimler, la casa madre de Mercedes-Benz la que decidió parar su programa de desarrollo de coches de hidrógeno basados en celdas de combustible; de esta manera, daba fin a nada menos que tres décadas de investigación y desarrollo en esta tecnología.
Y esta misma semana le ha tocado el turno a Volkswagen, cuyo mayor responsable técnico, Matthias Rabe, declaró que la compañía no tiene planes para adoptar el hidrógeno; de nuevo, eso pese a que el grupo VW invirtió ingentes cantidades de dinero en nuevos proyectos basados en el hidrógeno.
El hidrógeno ha sido vencido...
Para comprender mejor estas decisiones, hay que tener en cuenta el contexto. La economía mundial no vive el mejor momento por culpa del impacto que ha tenido el COVID-19; este es el peor momento para invertir en una tecnología menos madura como el hidrógeno.
Pero además, cada vez es más evidente que el futuro cercano pasa por las baterías eléctricas. Los plazos para abandonar los motores de combustión no han cambiado, y el reloj no ha parado; puede que las baterías sean mejorables en muchos aspectos, pero ahora mismo son la única alternativa real al combustible.
Con la pérdida de Mercedes-Benz y Volkswagen, al hidrógeno le quedan ahora pocos defensores: como Hyundai o Toyota. La primera tiene en el Nexo una de sus principales referencias y apuestas por este tipo de tecnología ya que han sido los primeros en matricular y comercializar esta tecnología en Europa y en España.
Por su parte, al igual que hizo con los híbridos, la marca japonesa pretende abrir el camino con sus coches de hidrógeno, preparando el lanzamiento del nuevo Mirai en Europa y el resto del mundo. Pero hasta Toyota ha comprendido que no puede continuar ignorando al mercado 100% eléctrico, lanzando modelos como el nuevo Lexus UX 300e, que este mismo año llegará al mercado con una garantía de un millón de kilómetros para la batería.
...por ahora
La derrota del hidrógeno era hasta cierto punto predecible. Sus ventajas respecto a las baterías son evidentes, como un proceso de recarga mucho más rápido y parecido al repostaje tradicional con combustible.
Sus desventajas también son obvias, como la falta de gasolineras que ofrezcan hidrógeno (incluso menos que la cantidad de puntos de carga para coches eléctricos), así como el coste de obtener el hidrógeno, tanto en términos de inversión como ambientales.
Son desventajas en las que la industria ya está trabajando, y no pasa un mes sin que veamos algún avance al respecto; pero estos avances no se notarían hasta dentro de años, e incluso décadas.
Y el mercado no puede esperar. El aumento de ventas de coches eléctricos demuestra que hay cierta demanda por alternativas a los motores de combustión; hasta el punto de que el conductor medio cada vez acepta más la idiosincrasia y las peculiaridades que traen consigo estas alternativas.
Es por todo eso, que este no parece ser el momento del hidrógeno. Pero lejos de ser un punto y final, estamos ante un punto y aparte. De cara al futuro, las baterías pueden encontrarse un muro que no pueden saltar debido a sus propias limitaciones; en ese momento puede que merezca la pena volver a poner el foco en el hidrógeno.