Seamos realistas: un opinador es muy poca cosa. Una especie de mosquito que sobrevuela la noticia. Sobre todo, un zumbido, más fastidioso que grato; sólo a veces, un aguijón certero que se clava donde debe. En fin, habrá que intentarlo.
Hace muchos años vivió un griego que se llamaba Píndaro y que se dedicaba, entre otras, a una tarea de poco relieve: glosar a los héroes de las carreras de carros. Algo así como Lobato hoy, pero con los Fórmula 1 de entonces, que en lugar de motor se movían con caballos. Sus crónicas las convirtió en odas, el formato de la crónica de la época. En una de ellas, la II de las Píticas, dedicada al tirano Hierón de Siracusa (un dueño de escudería del momento), dio en escribir este verso: "Hazte el que eres, como aprendido tienes".
No puedo transcribirlo sin recordar a alguien que lo citaba una y otra vez como divisa, y de quien me complace haberla tomado para uso propio: el maestro José Luis Sampedro, que lo fue del que suscribe y de muchos otros, en tantas disciplinas y en la mayor de todas, el arte de vivir.
Mirándolo bien, nuestra existencia se reduce a eso, al reto de acordarnos en la mayor medida posible con lo que somos. Así lo advierte, también, el gran filósofo de la modernidad, Baruc Spinoza: "Ninguna cosa es mala para nosotros por lo que tiene de común con nuestra naturaleza, sino que lo es en la medida en que nos es contraria". De no buscar esa armonía deriva buena parte de la infelicidad, el dolor y los fracasos humanos.
Corren tiempos muy a propósito para recordar la vieja regla de Píndaro y la sabiduría de Spinoza. Y para hacerse preguntas inspiradas en ellas. Por ejemplo, ¿es para Cataluña hacerse la que es el empeño de postularse como minúscula nación aislada en un rincón del Mediterráneo y segregada del resto de la península donde desde hace siglos ha desplegado sus afanes? Y en el lado contrario, ¿es para España hacerse la que es la obstinación en permanecer como bloque monolítico indiferente a la diversidad cultural y de aspiraciones de las gentes que la pueblan, empezando por dos millones de catalanes muy cabreados?
Pero podríamos seguir. ¿Es para Europa hacerse la que es la inercia que la lleva a reducirse a un simple cálculo de contables mezquinos y aprensivos? ¿Es para cada uno de nosotros hacernos lo que somos limitarnos a hipotecarnos para consumir, a estar en red para hacernos ver, a formarnos para producir?
Pues eso, seguiremos.