Anda la industria automovilística alemana haciendo horas extra para que la Comisión Europea "fije de forma inteligente los nuevos niveles de emisiones contaminantes de los motores diésel". Suena todo bastante razonable. Lástima que los zorros no sepan hablar. Ellos también pedirían que la altura de la valla del gallinero se fijara de forma "inteligente". Como eufemismo es incluso superior al de Mas pidiéndole a la CUP "hacer abstracción" de los casos de corrupción de su partido. ¿Quién querría ser un tonto concreto pudiendo ser un listo abstracto?
Hay que admirarle al Gobierno alemán su elegancia a la hora de proteger a sus criminales. Mientras en España los jaleamos solidariamente a la puerta de la cárcel ¡y hasta votamos a sus partidos! porque nuestros cojones son santas bolas de demolición, en Berlín se solicita muy educadamente "proteger la industria del diésel" con "un análisis del impacto de las nuevas medidas en el sector". Los burócratas alemanes saben lo que piden: las comisiones son cal viva para los cadáveres legislativos.
A ver si van a tener razón los cuñados cuando dicen que Alemania está consiguiendo por la vía financiera lo que no consiguió durante la I y la II Guerra Mundial por la vía militar. Santa inocencia la nuestra. Tantos años pensando que la Roma Imperial del siglo XXI son ellos cuando resulta que siguen siendo los ostrogodos de siempre. Eso sí: ostrogodos con la suficiente pericia tecnológica como para producir software diseñado para sortear sus propias regulaciones.
A la izquierda alemana le ha faltado tiempo para ponerse de perfil: el líder del SPD, el vicecanciller Sigmar Gabriel, ha defendido la necesidad de ayudar a Volkswagen "pero no por la compañía sino por sus empleados". Se ve que el software tramposo también lo diseñaron e implementaron coche a coche los ejecutivos de Volkswagen. Los obreros, ya se sabe, son genéticamente honrados.
Lo de España es ligeramente diferente. Más primitivo, para entendernos. En la finca de los señoritos más analfabetos de toda Europa lo único que se le ha ocurrido a la izquierda europea más incompetente para amargarle la existencia a nuestro Volkswagen patrio, es decir a los políticos jubilados en los consejos de administración de las empresas energéticas, es sancionar la prostitución.
De la dejación histórica de funciones de la izquierda española ya ha despotricado breve pero contundentemente Félix de Azúa en esta entrevista. El día que en Bruselas se decidan a "analizar el impacto" de los recibos de la luz y del gas que pagamos los españoles, lo de la industria automovilística alemana va a quedar en novatada de guardería. Habrá que explicarles entonces a los burócratas europeos que lo que ocurre en España es que la izquierda perdió la Guerra Civil pero no renunció a disfrutar de su parte del botín en democracia. Es algo que los señoritos del IBEX 35 han entendido a la perfección: antes se compra a un socialista que a un neoliberal malvado, pero honrado.
Los tontos concretos seguimos siendo los de siempre.