Madrid es una ciudad de más de un millón de bicis aparcadas en estaciones tristes, aciagas, damasoalonsadas (según las últimas estadísticas). Madrid es la Nerja hibernal de este eterno verano ful en el que se impide a todos los ancianiños, por decreto de sus chulapas alcaldesas, encaramarse al timón de sus bicicletas prostáticas. Eso, o entonar cánticos cósmicos. No queda otra. Madrid es una catatónica Invernalia; sin ruedas, sí, pero repleta de enanos arrogantes, malcarados, altivos. Madrid es un poblachón manchego de más de un millón de cicloturistas privados de sus bicis por esos políticos aviejadolescentes que siempre van en busca de votos y de todo aquel que se ofrezca al hambre de los intermediarios de las empresas adjudicatarias.
Chanquete (Antonio Miguel Carmona) es, en este Madrid posposmoderno, el oso chulapón y voraz que se zampa de una sentada todo un bosque de madroños. Julia (Manuela Carmena) escupe a su vez brochazos con óleos de pintora depre. Piraña (el empresario listillo de turno) engulle transatlánticos en bulímicas sentadas. Y la Khaleesi de este embrollo sin pies ni cabeza resulta ser, como ya habréis adivinado, Esperanza Aguirre. Una Daenerys Targaryen sesentona y chunga que embiste, como siempre, rodeada de un enjambre de infelices dragonzuelos.
La cosa es para mear, en pleno control ‘antidoping’, y no echar gota. Hace tan sólo unos días atrapan, con las manos en sendos manillares, a una pandilla de golfos apandadores que se dedicaba a robar las bicicletas eléctricas de BiciMAD (cuyo valor ronda en torno a los 1.500 euros cada una). Se calcula que han ‘distraído’ más de 400 en un año. Para más inri, las cámaras de vigilancia ubicadas en cada biciparking no funcionan desde que se puso en marcha el servicio. Bonopark, la empresa responsable, está al borde de la quiebra y ha pedido ayuda al Ayuntamiento para evitar su ruina. Como nos descuidemos, pasamos de rescatar a banqueros para hacer lo mismo con estos bicicleteros. Madrid, la capital de España, es asín.
¿BiciMAD? No, BiciMAL. Fatal. Muchos intuíamos que nos iba a salir cara esta ‘bicigilipollez’. Como en su día también nos costó sufragar la del cagarril bici con el que cualquiera puede recorrer, jugándose el pellejo, la ciudad.
Este círculo vicioso corresponde a la bici y al oso. O sea, al plantígrado que se ha estampado, al manillar de su Orbea, con el enorme quitasol metálico que da sombra a la burocracia y a la mezquindad manifiesta de algunos vendebicis estropeadas. O sea.