Ahí andaban tres aspirantes a presidente y una vicepresidenta del Gobierno de España, todos ellos mayores de edad y con responsabilidades profesionales y personales, cuando la presentadora dijo que uno de ellos le había "lanzado un zasca" a otro. Yo, que andaba tuiteando el debate, levanté la vista y miré la pantalla de TV esperando encontrarme con una youtuber mascando chicle espasmódicamente, pero solo me encontré con Ana Pastor, que pasa por ser una de las periodistas más respetadas, incisivas y solventes de este país. Debió de ser una psicofonía.
Vamos a dejar de lado el hecho de que se siga insistiendo en llamar periodistas a los presentadores de TV ¡y hasta a los tertulianos del corazón! La televisión es entretenimiento, azafatas y láseres, que ya es mucho, y no comprendo la necesidad de fingir que eso tiene algo que ver con el periodismo de pausa, reflexión y análisis.
Y es que ver a periodistas (estos sí de verdad) sudando la gota gorda en las tertulias televisivas para comprimir una idea compleja en una sola frase mientras la presentadora les mete prisa, les corta y le pasa el turno al pobre desgraciado de la silla de al lado señalándolo con el bolígrafo tiene algo de porno sadomasoquista. Intuyo que entre Joaquín Soler Serrano y El Rubius debe de existir un término medio capaz de conjugar contenido y dinamismo. Que la televisión es entretenimiento y no periodismo lo confirma, en fin, la nómina de aquellos que trabajan en ella, mucho más cercana a la de un actor de la teleserie de moda que a la mía.
El caso es que, entretenimiento o no, la irrupción del zasca en un debate entre candidatos a presidente del Gobierno marca un punto de inflexión interesante. No solo por lo que implica (que los candidatos no están ahí para hablar de política sino para chulear al contrario y cerrarle la boca con alguna memez fácilmente viralizable) sino por lo que simboliza: la derrota, por incomparecencia, del adulto frente al adolescente. Y no frente a un adolescente cualquiera, sino frente al más acobardado, inane y acomplejado de todos ellos: el que tira de sarcasmo ingenioso para maquillar el vacío de su cerebelo. ¿Tan difícil resulta entender la diferencia entre el lenguaje de Twitter, plagado de códigos autorreferenciales y solo pertinentes en el contexto del mismo Twitter, y el de un debate entre candidatos a presidente del Gobierno?
Lo cierto es que solo hay una cosa más vieja que un adolescente y es un adulto anclado en la adolescencia. Y ningún zasca más sonoro que el se arrea uno mismo en su propia credibilidad periodística cada vez que utiliza la palabra zasca.