Pensaba titular esta columna “Pedro Sánchez cree que puede ganar las elecciones y otras simplezas”, pero no cabía. Sánchez o es muy ingenuo o tiene un desafortunadísimo director de campaña. O ambas cosas. Porque fíjense que también cree que ganó el debate “a cuatro” del lunes. Y eso, no me digan que no, es mucho creer.
Pero he titulado así, como ven, o como leen, mejor dicho, porque quería ayudarles a asumir el momento de la votación y decirles que, una vez experimentado, ya no duele.
Así que les recomiendo el voto por correo, estén o no en sus localidades el 20-D. Este sistema tiene la ventaja adicional de que puedes dar por concluida inmediatamente la campaña electoral, que no es cosa menor.
Como no tengo secretos para ustedes, les contaré a quién he votado, y cómo he llegado a esa decisión.
Los que van en serio, los de azul que duplican candidatos, no me han seducido, les confieso. Es verdad que la economía ha mejorado en los últimos tiempos, pero también lo es que no era nada difícil, teniendo en cuenta de dónde veníamos, y que la situación económica internacional ha ayudado mucho. En todo caso, esperar que Rajoy seduzca es como esperar un milagro, o amar las contradicciones.
Además, tal y como pidió con brillantez Iglesias, al ir a votar no me he podido olvidar de Bárcenas, ni de Rato, ni “de Luis sé fuerte” ni de otras muchas cosas. Pablo las ha puesto todas en presente.
A mí también me gusta, como al PSOE, que la mayoría tenga futuro, pero la torpeza y la candidez de Sánchez, si de verdad cree que puede incluso gobernar en solitario, me desbordan. Y, para que lo sepa, si no se lo han dicho ya, en el debate del lunes no ganó a nada, ni siquiera a lo de hablar más tiempo. El líder socialista asegura que considerará un fracaso no ganar. Pues no hace falta que espere más: el fracaso ya es suyo. Porque el de la remontada es otro. En camisa sudada, el Bic al frente, el verbo ágil apelando siempre al corazón. Iglesias lo borda como comunicador. Es como un gran entrenador con un mal equipo: sus argumentos brillan hasta que la realidad–Grecia, Venezuela, Monedero…- se manifiesta y, claro, los entierra entre tinieblas y humedades. Aún así, sigamos su consejo de sonreír, que nunca le hizo mal a nadie.
Queda –porque a Garzón no le han invitado a esta fiesta- el bailarín que vota con ilusión. Albert creó tantas expectativas con su mensaje sensato y su sentido común que, si se queda un poco corto, y a menudo se queda corto, entonces la decepción que provoca resulta enorme. Se espera mucho de él, que hay que tener habilidad para no ser en este país ni de derechas ni de izquierdas, sino de “lo que haga falta”.
Y lo que hace falta es que triunfe la democracia el 20D. Yo he votado, precisamente, al sistema democrático: tiene sus imperfecciones, pero sigue siendo el mejor.