Este domingo, vote. Si lo desea sonriendo a las plazas, como pedía Pablo Iglesias, o al 15-M, o a Ada Colau; o, si lo prefiere, recordando las tarjetas black, los desahucios, Púnica o el "Luis, sé fuerte", como también solicitaba el carismático líder de Podemos.
O vote con ilusión, como hará el emergente Rivera, el hombre que ha traído, junto con Iglesias, la nueva política a la vieja realidad española. Albert es todo, o casi todo, sensatez y prudencia; a veces tanta que parece que su mensaje no brilla más precisamente por eso.
Pero si no le convence la alegría de los nuevos, su inexperiencia y la incertidumbre que de ella se derive, entonces apueste por los que hablan de una España en serio. Los que han mejorado en mucho el clima económico del país, aunque sigan oliendo a un pasado gris. Rajoy representa seguir como estamos; si le gusta donde está, y cree que así mejorará su vida, vote PP.
Si prefiere recuperar el talante de Zapatero al considerar que el legado socialista es digno de ser reivindicado, como hace Pedro Sánchez de forma constante, entonces apoye al PSOE. Hágalo por un futuro para la mayoría, como solicitan los carteles publicitarios de un partido histórico cuyo máximo dirigente aún confía, asombrosa e ingenuamente, en ganar los comicios.
Si ninguna de estas cuatro grandes propuestas le satisface, quizá le interese la de Alberto Garzón, el representante de Unidad Popular, o la de Andrés Herzog, el de UPyD. Ambos han sufrido un devastador apagón y no participan en la primera plana de la campaña, pero defienden ideas notables.
Mientras los aspirantes a gobernar el país continúan intentando seducir este último día posible al electorado aún indeciso, que es muy amplio, surge el vértigo de saber que elegimos unas políticas u otras; un proyecto o su opuesto; un camino u otro. Y no llevan al mismo lugar.
Solo está claro que no habrá una mayoría absoluta de nadie; que harán falta pactos entre los partidos; que en absoluto está garantizado que la lista más votada sea la que forme gobierno.
El destino de nuestro país, y el de quienes vivimos en él, se encuentra en una encrucijada de la que podríamos salir reforzados o, también, peligrosamente debilitados. La continuidad del Estado del Bienestar alcanzado en las últimos dos décadas se muestra, este domingo, vulnerable. Hasta él nos llevó la monarquía parlamentaria y el bipartidismo. Pero el mundo ha cambiado y, también, hemos cambiado todos.
Porque le importa lo que ocurrirá; porque le afecta quien venza; porque el mejor sistema político creado es el demócrata, súmese a la fiesta y vote. Vote lo que desee; vote aquello en lo que crea; vote lo que le convenga; pero acuda el domingo a los colegios electorales y participe en las elecciones más trascendentes de los últimos 30 años en España. Es su derecho; también, su responsabilidad.