Son tan rojas las dos principales líneas rojas marcadas por Podemos para facilitar un pacto de investidura (referéndum de independencia en Cataluña y reforma constitucional) que caben pocas dudas de que si por Pablo Iglesias fuera mañana mismo se celebraban nuevas elecciones. Muy seguros han de estar en su partido de que sus resultados serían aún mejores que los conseguidos el domingo. “Si hubiera habido más debates, habríamos tenido mayoría absoluta”. Eso dijo Iglesias dos días antes de las elecciones. Debe de seguir pensando lo mismo. Como el PP o el PSOE les envíen un emisario pidiendo un pacto, lo devuelven decapitado y a lomos de un caballo al galope.
Todo lo contrario ocurre en Ciudadanos. Si la campaña llega a durar diez minutos más se quedan en fuerza extraparlamentaria. Unas segundas elecciones catapultarían al PP a costa de Ciudadanos (el voto útil) y dejarían a Rivera en ese limbo indefinido del centro, la ilusión blandengue y el ni contigo ni sin ti que les hizo perder la mitad de su porcentaje de votos en solo una semana. Su voluntad de separarse muy elegantemente de los otros tres contendientes solo les ha servido para separarse muy elegantemente de los otros tres contendientes, pero por abajo. A Ciudadanos, en definitiva, se les ha olvidado que España no es un país de clase media burguesa suscrita al New Yorker. Qué narices: ni siquiera ellos lo son (solo hay que echarle un vistazo a aquellos de sus candidatos que no se apellidan Rivera o Arrimadas).
El dilema es para el PSOE. Sus dos únicas opciones son un frente de izquierdas que le ponga la alfombra roja al independentismo o facilitar la investidura de Mariano Rajoy el “indecente”. En cualquiera de los dos casos, un suicidio. En un país democráticamente más maduro esto se arreglaría con una apelación a la responsabilidad institucional del primer partido de la oposición y al peligro de que España se convierta en una república bananera sometida a elecciones generales cada seis meses. Aquí se limitarán a pedir que algo cambie (probablemente la cabeza de Rajoy) para que todo siga igual. Se avecinan días de opereta en el PSOE, con mucho aspaviento y mucho drama queen frente a los micrófonos.
Pero al que más beneficiaría una nueva convocatoria de elecciones es al PP, que se haría con una buena parte del electorado de Ciudadanos. Si yo fuera ellos, intentaría la investidura sin demasiado entusiasmo y dejaría que los otros tres partidos se enzarzaran entre ellos. Eso, a fin de cuentas, se le da de fábula a un Rajoy que por fin se encuentra en el punto en el que siempre ha soñado encontrarse: ese en el que no hacer absolutamente nada juega completamente a su favor. Por fin el sofá paga.