Tiene Jünger una frase espectacular, que vale para todos: "A un hombre podrán fallarle todas las citas que tenga previstas a lo largo de su vida, menos una: la cita con la muerte". Yo, si esa cita asegurada no se me presenta de improviso, con quien me he citado todos los días de 2016 es con Montaigne.
Cuando terminé En busca del tiempo perdido el 18 de noviembre (aniversario de la muerte de Proust, pero fue casualidad), decidí emprender otra lectura grande: de las que marcan época. Me hice una agenda para leer poco a poco Los ensayos de Montaigne, desde el mismo día siguiente hasta el último día del año que mañana empieza. Así, si 2015 ha sido mi año Proust, 2016 será mi año Montaigne. La idea es, naturalmente, que los tiempos ásperos que se avecinan no se lo coman todo. Hay que ocuparse de la actualidad, y eso haremos: pero también hay que acotarla.
Mi plan es leer cuatro páginas cada día, tras unos primeros en que leí algunas más para hacer el ajuste. Llevo ahora doscientas: del tocho de Vallcorba, por supuesto, que sirve también para hacer bíceps. Es un volumen este de Acantilado perfecto para regalar en navidades. Se editó en 2007, pero no es extraño ver aún compradores en las librerías. Existe la conciencia de que es un regalo bueno, y benéfico.
Últimamente, quien más ha hablado de Montaigne entre nosotros ha sido justo el autor que mejor lo ejemplifica: Iñaki Uriarte, cuyos deliciosos Diarios son tan montaigneanos como uriartianos. Las ganas por Montaigne también se me han venido contagiando estos años con las conferencias que hay en la benemérita web de la Fundación Juan March: las de Argullol, García Gual, Claudio Guillén y Peter Burke. El Montaigne de este último (que debería reeditar Alianza) es la mejor introducción por escrito (¡así funciono: recién llegado y ya introduciendo a los demás!).
Anthony Burgess, que empezó a escribir tarde sus novelas pero que en poco tiempo tuvo ya varias gordas publicadas, confesó una vez el secreto de su fecundidad (cito de memoria): "Es muy fácil. Basta escribir cuatro páginas diarias. Si escribes cuatro páginas diarias, en un año has escrito Guerra y paz. Y si esas cuatro páginas diarias las escribes antes del desayuno, tienes el resto del día libre". Yo estoy haciendo lo mismo, pero con la lectura. Me terminaré Los ensayos de Montaigne sin despeinarme. Mejor dicho: antes de haberme peinado, porque mis cuatro páginas diarias las estoy leyendo antes de levantarme. Y con el resto del día (¡todo el día!) libre. Vaya que si libre: con la libertad que da Montaigne.