El mundo quedó sorprendido con la realización de las elecciones parlamentarias en Venezuela. Durante dos años sólo se escuchó la agresiva amenaza, recalcitrante e intolerante amenaza del régimen hacia el adversario político. En Venezuela se llegó a apostar que las elecciones no se celebrarían. Peor, se llegó al convencimiento de que, de celebrarse, se alterarían los resultados para evitar una victoria de la Mesa de la Unidad.
Llegó la fecha y transcurrió en paz la jornada electoral. Fue la culminación de un proceso doloroso, agobiante, un proceso que se había iniciado en febrero del 2014.
Todo había comenzado con una protesta de los estudiantes. Una manifestación pública que provocó la violenta y desmedida reacción de los efectivos de la Policía Nacional y de la Guardia Nacional Bolivariana, que dejó el terrible y doloroso saldo de dos estudiantes muertos.
El régimen inició una desalmada batida contra todo aquel a quien consideró afecto a las protestas
Ese exceso represivo enardeció a los manifestantes, que pisaron la trampa de la provocación y cayeron en el cepo jurídico. En ese instante comenzó una desenfrenada persecución a ciudadanos de ideas contrarias al régimen, iniciándose una desalmada batida contra todo aquel a quien se considerara afecto a la protesta, entre ellos destacados líderes de organizaciones políticas de oposición y también alcaldes elegidos por el pueblo venezolano.
Esas fueron la yesca y la chispa que causaron una incendiaria cadena de manifestaciones. Un choque entre jóvenes que protestaron con piedras y cócteles Molotov y una poderosa barrera de fuerzas castrenses con armamento bélico se saldó con 43 muertos por disparos. El balance final, más de 4.000 detenciones, encarcelamientos sin el debido proceso y decenas de ciudadanos que siguen secuestrados y sin juico en los sótanos de la tortura que administran los cuerpos de inteligencia de la Fuerza Armada Bolivariana. Ahí siguen hoy, en cárceles de altísima seguridad destinadas a presos convictos de asesinatos, en celdas donde la humanidad ignora su existencia; en una palabra: desaparecidos.
Un día, en la Cárcel Militar de Ramo Verde -recinto al que se destina a los presos políticos con la intención de ocultar su presencia y callar su protesta-, dos detenidos iniciaron una rebelión que se transformó en una huelga de hambre. Exigían que se cumpliera su derecho constitucional de elegir a sus gobernantes: su derecho al voto. Querían que se les fijara la fecha de la jornada electoral.
Las negociaciones entre las fuerzas democráticas permitió crear la Mesa de la Unidad, triunfadora en los comicios
La protesta surtió efecto. Comenzó entonces un arduo proceso de negociaciones entre las diversas fuerzas que integran la Mesa de la Unidad. Con humildad, virtud poco frecuente en el juego político, se depusieron posiciones e intereses. Se logró entendimiento democrático y el resultado electoral lo dice todo: el 58% de los votos y la consecución del 75% de los diputados de la Asamblea Nacional.
Allende las fronteras políticas venezolanas, el régimen trató de lavar su imagen aparentando lucir vestiduras democráticas y fingiendo que la Justicia impera en el país. Sin embargo, cuando los rectores del Colegio Nacional Electoral dieron a conocer los resultados de la jornada, mostró su verdadera cara. Esos resultados fueron rechazados con agresiones e insultos por parte de los poderes Ejecutivo, Judicial y Legislativo, que controla el régimen. Esa troika pretende desconocer ahora el mandato del pueblo, pese a que el Poder Electoral tiene su misma jerarquía republicana.
Detrás de esa operación están Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, militar que presidió la anterior Asamblea Legislativa. Juntos gobiernan Venezuela con mentiras, falsas ilusiones y populismo, haciendo caso omiso a lo que ordenan la Constitución y las Leyes de la República.
Maduro y Cabello han pretendido sustituir a los representantes de los ciudadanos por comunas socialistas
La troika, con Cabello como arquitecto de un maléfico plan, ordenó la sustitución de la Asamblea Nacional por un Concejo Comunal Nacional que sustituiría a los representantes de los ciudadanos por comunas organizadas desde el Partido Socialista de Venezuela. Dentro del mismo plan se ordenó elegir 13 magistrados al Tribunal Supremo con el propósito de impugnar a diputados elegidos en la nueva Asamblea y así desequilibrar el Parlamento, quitándole la mayoría a la representación democrática.
Este 5 de enero, en Caracas, hay una convocatoria a los ciudadanos para marchar hasta la sede de la Asamblea Nacional y, en multitudinaria manifestación, acompañar a su diputados para asegurar su entrada en el Capitolio. Hay quienes creen que se enfrentarán a colectivos bárbaros que han aterrorizado a los venezolanos con acciones armadas, acciones que han quedado impunes ante la Justicia servil del Tribunal Supremo de Justicia donde la están secuestradas las Leyes de la República.
En Venezuela se vive una democracia sólo en apariencia. La realidad es que la democracia está secuestrada. Es simplemente un espejismo. La entrada al Capitolio Nacional de 112 representantes de la ciudadanía, con el respaldo moral de la Fuerza Armada en cumplimiento de su juramento de hacer respetar la Constitución y las Leyes de la República, será la reconquista de la democracia en Venezuela.
*** Leopoldo López Gil, es padre del líder político venezolano Leopoldo López, encarcelado por su oposición al régimen.