1. Nadie podrá negarles la franqueza. Si el sábado Artur Mas confesó haber “corregido” las urnas, ayer Carles Puigdemont anunció la promulgación de una ley electoral catalana “que sepa interpretar correctamente los deseos de la mayoría”. Parece que a Puigdemont no le basta con la ley actual, esa que el pasado 27 de septiembre le concedió a JxSí y la CUP el 53,33% de los diputados del Parlament con el 47,74% de los votos. Y es que en Cataluña, ya se sabe, los electores tienden a equivocarse mucho últimamente. Casi se diría que con premeditación y alevosía, como si no desearan la independencia. La cosa, por suerte, tiene fácil solución en este embrión de república independiente catalana: tras las elecciones se interpreta de forma “correcta” el deseo de la mayoría y si aún y así los escaños no suman, se “corrige” ese deseo por la vía de la “negociación”. ¿Dónde está el problema?
2. Fue uno de los momentos más delirantes de la sesión de investidura. Inés Arrimadas le acababa de reprochar a Carles Puigdemont su frase “los invasores serán expulsados de Cataluña”. Puigdemont tomó nota y contestó combativo. “Lo hice por unos valores que espero que usted comparta. Que este tipo de invasiones, es decir la zarpa del fascismo sobre nuestras vidas, no la queremos nunca”. La relación de Arrimadas (que, recordemos, nació en 1981) con el fascismo debe de resultarle misteriosa incluso al más paranoico de los independentistas. Pero aún y así, tamaño desatino demagógico fue aplaudido con entusiasmo desde los asientos de JxSí y la CUP. Ya puestos, Puigdemont podría haberle pedido a Arrimadas que condenara el nazismo. O el exterminio de los neandertales a manos del Homo sapiens.
3. Poco antes, Carles Puigdemont se había remontado hasta el siglo XV para justificar el proceso soberanista. También dijo que Cataluña es una potencia mundial en el terreno de la investigación y la innovación. Y después habló de Twitter. Vivir en Cataluña es hoy en día lo más parecido a quedarte encerrado en una máquina del tiempo inundada de LSD y al mando de un chimpancé borracho. Tan pronto te encuentras descubriendo América y odiando a Isabel I de Castilla por pionera del fascismo como ganando premios Nobel a mansalva mientras desprecias por inútiles a los pelagatos del Instituto de Tecnología de California o te solidarizas vía Twitter con el antifranquismo mientras te acurrucas en una trinchera en la ribera del Ebro con el iPhone en la mano. El mundo del independentismo es una cosa ciertamente confusa y temporalmente subjetiva.
4. Lo de la CUP celebrando puño en alto la investidura de un presidente abiertamente de derechas roza lo psicotrópico. Y eso a pesar de que Puigdemont se hartó de lanzarles guiños a mansalva. Entre los más sonados, el cambio climático, los niños refugiados y las fantasmagóricas emergencias sociales, esas con las que la CUP pretende convencernos de que Cataluña es Haití.
5. Ideológicamente, el programa de gobierno del nuevo presidente de la Generalitat parece oscilar entre la escuela de Chicago, la ciudad-Estado de Singapur y un concierto de Bongo Botrako. A ratos, Puigdemont parecía un alto directivo del Deutsche Bundesbank bailando reggae en una playa de Goa. La política hace extraños compañeros de cama, pero Puigdemont se ha acostado con un Manu Chao de la galaxia de Andrómeda.
6. A favor del independentismo juega la falta de oposición parlamentaria, que ayer fue singularmente llamativa. Inés Arrimadas tiene demasiada fe en la política, es decir demasiada inocencia, como para rivalizar de tú a tú con un cínico y encallecido político profesional como Puigdemont. Albiol es un estibador del escaño cuyo concepto de la finezza consiste en cazar gorriones a ladrillazos. Su sustitución a la cabeza del PP catalán es imperativa. Rabell es un líder vecinal de extrarradio, un arquetípico català emprenyat que parece modelado a imagen y semejanza del abuelo de los Simpson. Es decir un hombre nervioso capaz de enfadarse con una nube, quedarse dormido acto seguido y despertarse a tiempo para la partida de dominó del domingo por la tarde. Iceta es un hombre simpático, hasta gracioso en ocasiones, pero absolutamente sobrepasado por una coyuntura política para la que no ha sido diseñado y a las órdenes de un partido y de un líder incapaz de decidir qué quiere para este país.
7. Si hemos de hacer caso a Puigdemont, los catalanes nos encontramos ahora en ese interregno situado entre la postautonomía y la preindependencia. Ya saben: ese momento de crisis en el que lo viejo (España) no acaba de morir y lo nuevo (Cataluña) no acaba de nacer. El embarazo durará previsiblemente dieciocho meses. En esos dieciocho meses, Puigdemont se ha comprometido a diseñar, financiar, organizar, construir y activar todas las estructuras, organismos, agencias y ministerios que a un Estado normal le lleva décadas consolidar. Hacienda, aduanas, seguridad… Alguien debería explicarle a los catalanes que esa utopía distópica tiene menos posibilidades de concretarse que las que tiene Zimbabwe de colonizar Marte la semana que viene.
8. Durante los últimos años, siempre según los medios de prensa catalanes, no ha habido aleteo de mariposa en España que no haya provocado el florecimiento en Cataluña de un centenar de independentistas catalanes extra. Por lo visto, España es una potencia mundial en la forja de independentistas. Tan por la mano lo tenemos que nos sale sin pensar. Es ya una nueva ley de la física: servir café en los aviones provoca turbulencias y cepillarse los dientes en Valladolid, el nacimiento de un par de docenas de independentistas más. Pero, a pesar de ello, en el Parlamento catalán sigue habiendo sesenta y tres diputados que representan a 1.972.057 catalanes que no desean la independencia. Habrá que cepillarse los dientes más fuerte porque al independentismo no le salen las cuentas. ¿Qué harán, por cierto, con todas las infraestructuras creadas para la Cataluña independiente cuando el referéndum dé un 55-60% a favor del no? ¿Recuerdan las infraestructuras abandonadas tras la Exposición Universal de Sevilla de 1992? Imagínenlas a escala de comunidad autónoma.
9. La insistencia del F.C. Barcelona en expulsar a coces a sus cientos de miles de seguidores que no comparten su entusiasmo independentista debería explicarse en las escuelas de marketing deportivo. Concretamente, en la asignatura Autoboicot. Ayer por la noche, el club que trolea por sistema a sus seguidores tuiteó esto: “Felicidades, presidente Puigdemont. Que el acierto os acompañe en esta etapa histórica y apasionante que hoy inicia nuestro país, Catalunya”. Como una subversión del concepto original de Groucho Marx, la mayoría de los seguidores del F.C. Barcelona pertenecen a un club que no les acepta como socios. Y ellos tan felices, oigan. ¡Mientras la pelota entre!
10. Sé que no es buen periodismo, pero no puedo resistir la tentación de contar una anécdota personal que define a la perfección el estado de surrealismo en el que vivimos los catalanes desde hace al menos un par de años. Ayer domingo, Thubten Wangchen, monje budista, miembro del parlamento tibetano en el exilio y director de la Casa del Tibet en Barcelona, tuiteó una felicitación destinada a Artur Mas que decía: “Todo mi respeto para Artur Mas. Gran persona y gran presidente para Cataluña. #GraciasArturMas #GraciasPresidente”. A los pocos minutos yo retuiteé su mensaje con la frase “El que faltaba pa’l duro”. Como es obvio, era un comentario inocentemente irónico. Ni siquiera levemente irrespetuoso: coloquial y gracias. Fui bloqueado de inmediato. La conclusión es la siguiente. Si yo fui capaz de agotar la paciencia de un monje budista con solo cinco palabras, imaginen por dónde anda la susceptibilidad de aquellos independentistas a los que el Nirvana les cae aún más lejos que a Wangchen. Está la cosa que se inflama con solo mirarla, ya se lo digo yo. El catalanismo nunca ha destacado por su sentido del humor, pero lo de ahora roza lo siniestro.
11. Lo dije ayer y lo repito hoy: el fervor independentista de Carles Puigdemont es muy superior al de Artur Mas. El tono retador que empleó en sus respuestas a Arrimadas, Albiol y Rabell, y el hecho de que la presidencia le haya caído del cielo de forma inesperada, augura una beligerancia muy superior a la del expresidente. Nadie defiende sus privilegios con más ahínco que aquellos que no han hecho nada para merecerlos. Es probable que muchos en el PP y en el PSOE anden pensando hoy que en Cataluña se ha pasado de Guatemala a Guatepeor.
12. Explica Yuval Noah Harari en su libro Sapiens que los aché, una tribu de cazadores-recolectores que vivió en la selva de Paraguay hasta la década de 1960, abandonaron en cierta ocasión al pie de un árbol a uno de sus miembros, que había enfermado y que no podía seguir el paso del resto, para que se lo comieran los buitres. Pero el hombre se rehízo, recuperó el terreno perdido y se presentó de nuevo entre los suyos, cubierto desde la cabeza hasta los pies con los excrementos de los buitres que se habían posado en el árbol a la espera de su muerte. Desde ese momento, la tribu lo apodó Deyecciones de buitre. La lección es que el ser humano no suele demostrar mucha piedad con aquellos que se quedan por el camino. Piedad que no aparece ni siquiera cuando la víctima ha demostrado una indómita resistencia o una capacidad de sacrificio excepcional. Mi duda es quién representa en el independentismo el papel de Deyecciones de buitre. ¿Artur Mas o la CUP? Probablemente, y con el tiempo, ambos. Ríanse de la Roma de los Borgia. Se avecinan curvas en Cataluña.