Un documento manuscrito de Luis Bárcenas al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL indica que el PP de Madrid se financió con dinero negro antes incluso de que Esperanza Aguirre liderase el partido. No puede ser casualidad que el extesorero anotara una aportación de 210.305 euros procedente de la caja B destinada a sufragar la campaña de 2003 en la que Aguirre salió elegida presidenta y que en el presupuesto oficial aparezca una cifra casi idéntica: 210.405.
El manuscrito de Bárcenas es muy comprometedor para Pío García-Escudero, que entonces dirigía el PP regional y hoy preside el Senado. Desde luego, después de esta revelación, se hace muy difícil que pueda mantener su puesto como segunda autoridad del Estado. En el marco del caso de la contabilidad B del PP, pieza separada del caso Gürtel, García-Escudero explicó ante el juez Pablo Ruz que cobró sobresueldos del partido en concepto de "gastos de representación". También admitió haber recibido un préstamo de Génova para la reforma de su casa tras un atentado.
No valen paños calientes
Sin embargo, más que los problemas que la información que hoy publicamos le puedan generar a García-Escudero, lo que se pone de manifiesto es que ya no valen paños calientes en el PP para tratar de maquillar la putrefacción que lo corroe. Y lo que queda acreditado es que tiene que irse a casa toda una generación de políticos que, si no ha participado activamente, ha sido cómplice con su silencio de prácticas corruptas.
Decíamos ayer que Esperanza Aguirre ha elevado el listón para todos con su dimisión. Pero los primeros que deben tomar nota son las personas de su partido. Por oportunista que pueda resultar su marcha estamos de acuerdo con Aguirre en que ha existido una responsabilidad política "in eligendo e in vigilando" por parte de los dirigentes del PP.
Tramas organizadas
Ni Rajoy, ni María Dolores de Cospedal, ni Aguirre, ni Rita Barberá, ni García-Escudero pueden encogerse de hombros con la excusa de que no tenían constancia de lo que ocurría en los despachos contiguos ni tampoco de las turbias maniobras de sus colaboradores, particularmente cuando los grandes beneficiados de sus desmanes eran ellos mismos.
El PP tiene imperiosamente que regenerarse si no quiere que su imagen quede manchada por mucho tiempo con el fango de la corrupción. No estamos ante casos puntuales o anecdóticos, sino ante auténticas tramas organizadas que afectan a todo un grupo municipal, como en Valencia, y a responsables de las finanzas del partido desde hace décadas. Sólo una limpieza a fondo y un relevo del liderazgo al más alto nivel permitirá al PP recobrar la credibilidad ante los ciudadanos.