Los diputados fingen que se tienden la mano cuando llegan las cámaras. ¡Oh, cielos! ¡Otro artículo de la sesión de investidura! ¡Lecciones de moral! ¡Decálogo sobre lo que deben hacer y deberían decir! No. Tranquilos.
Son tiempos difíciles. No hay más que cruzar el océano y ver a un señor de pelo paja saltándose todas las reglas del sentido común y siendo aplaudido en sus estadios. Allí ya no les quedan superhéroes. Necesitan salvadores porque están cansados. Tanto es así que ahora enfrentan en el cine a Superman y Batman. Yo, cuando vi el tráiler, pensé que la pelea era por Robin, que al final los dos habían salido del armario y que estaban colados por el muchacho. Luego vi que no, que la cosa es más bélica que amorosa. Y buscando superhéroes en EEUU se encuentran con Trump. Se lleva lo retro. Empezamos con la tontería de lo vintage y se nos ha ido de las manos.
Aquí, sin presidente y en plena campaña electoral, en esta extraña pegada de carteles en pleno hemiciclo, con unos diputados que gritaban por la emergencia social pero que ahora no tienen ninguna prisa por pactar, estamos a punto de llevar al cine a SuperLópez. Hace cuatro días vimos a Anacleto Agente Secreto. Joder. La culpa no puede ser de los hipsters. La culpa la tienen los dibujos que hemos visto de pequeños.
Hemos sobrevivido a la muerte de la madre de Bambi, al adiós de Chanquete, superamos la pérdida de Fofó, también dijimos adiós a nuestro amigo Félix, soportamos el bosque de Tallac sin la madre de Jackie y Nuca y a unas ardillas huérfanas llamadas Banner y Flapy que eran discriminadas por no ser gatitos, echamos de menos a Don Mati en Parchís (lo mataron también), aguantamos la gincana de Marco buscando a su madre de los Apeninos a los Andes y cuando apareció estaba enferma de muerte, Pipi Lamstrung vivía sola con un caballo, Heidi con el abuelo y una cabra, el drama de Candy Candy, la muerte de David el Gnomo y, por si fuera poco, ET.
Sólo puedo decir: “malditos roedores”. Estamos marcados por los entierros, los huérfanos, las ausencias y las pérdidas. Qué queréis.
Tenemos los líderes que han mamado de la teta de Los Cinco, que han sobrevivido a la cobertura dulce de la pantera rosa y que han comido cocacolas de picapica. Algunos de los diputados, cuando abren la boca, todavía echan espumarajos de petas zetas y llevan un reloj de boli pintado en la muñeca.
Cuando dicen que tienden la mano no es verdad. Ellos saben que salen por la tele y la tele era Dios. Se han criado frente al Telefunken sentados en pijama y con el tigreton en las manos. Han tenido reyes magos, han estrenado sudaderas de táctel y se han ido de viaje de fin de curso. Algunos iban a inglés, mecanografía y karate, y otros hicieron Erasmus. Tuvieron maquinitas de marcianitos y paga para ir a los recreativos. Lloraban y tenían juguetes. Es la generación de los cromos, las canicas y las calcomanías. Pero sobre todo, por encima de todo: salen por la tele y eso les hace superhéroes. Saben que mola.