El contenido de los SMS que la reina envió a Javier López Madrid ha creado honda preocupación en la Casa del Rey, especialmente escrupulosa a la hora de cuidar la imagen de la institución tras la abdicación de Don Juan Carlos. La reina Letizia cometió el desliz de mostrarle su apoyo al directivo de OHL tras ser imputado por las tarjetas black de Caja Madrid, así como de arremeter contra el medio que había publicado informaciones incómodas contra él.
En descargo de la reina cabe alegar que López Madrid es amigo personal de Felipe VI desde el colegio y que, pese a esas primeras palabras de aliento, según revela Ana Romero, los monarcas cortaron enseguida la relación. Y, evidentemente, la reina Letizia nunca pudo sospechar que aquellos mensajes pudieran ver la luz algún día, como así ha ocurrido al haber sido incorporados a un sumario judicial. Aún así, se trata de una ligereza, con el agravante de que quien critica con dureza a la prensa -por más que sea en su círculo íntimo- ha sido antes periodista.
La duda del doble lenguaje
El asunto trasciende más allá de las puntuales confesiones de la reina. Primero, porque crea la duda de si puede haber más sobresaltos en relación con su "huella electrónica". Pero, además, porque la propia ambigüedad de los mensajes del rey genera la duda de que la institución utiliza un doble lenguaje: mientras en público emplea un discurso de ejemplaridad, en privado se muestra comprensiva con la corrupción.
Quizás lo peor para los monarcas es que el apoyo a López Madrid se produjo una semana después de que Felipe VI le aceptara a Rafael Spottorno su renuncia como jefe de la Casa Real exactamente por lo mismo por lo que se investigaba al empresario: por haber tenido una tarjeta black de la antigua caja madrileña.
En cierto modo los SMS de doña Letizia a su amigo desmerecen la imagen que proyecta de la Casa Real, del mismo modo que los que envió Rajoy a Bárcenas afectaron de lleno a la credibilidad del Mariano Rajoy. Eso sí, con la diferencia sustancial de que mientras la reina se limitó a solidarizarse con una persona cercana, pero que le es ajena desde el punto de vista procesal, el presidente del Gobierno quiso protegerse y disuadir al tesorero de tirar de la manta.
Inexplicable autocensura
El caso tiene además otras derivadas. Se abre la duda razonable de si ha existido un interés espurio para que se airearan los SMS de la reina. Habrá que aclarar por qué se incorporaron al sumario unos mensajes cuyo contenido no aporta nada a la causa judicial, que tiene que ver con una investigación por acoso sexual en la que se ha visto implicado López Madrid.
Al mismo tiempo, sorprende comprobar cómo la mayoría de medios ha optado por no difundir una información de indudable interés público -basta ver su impacto en redes sociales-, en un ejercicio de autocensura difícilmente justificable. La Monarquía no se protege tratando de esconder hechos relevantes ni intentando preservarla como algo sagrado, sino con rigor y transparencia.
Una cosa está clara: este episodio de los mensajes ha creado la primera crisis de imagen del reinado de Felipe VI y en torno a un asunto, como es el de la corrupción, sobre el que existe una particular sensibilidad social. Hasta ahora, el comportamiento de la Familia Real había sido intachable en este ámbito, tal y como ha quedado demostrado, por ejemplo, en el caso de la infanta Cristina y su marido. Habrá que esperar un tiempo para valorar la repercusión que este desliz con los SMS tiene en la institución.