Soy muy amiga de las listas. Hago dos o tres a diario: de la compra, de tareas del hogar (ay), de libros apetecibles que debería leer, de temas para artículos, de personas a las que tengo que llamar, de documentos que hay que revisar antes de que acabe la semana. Las listas, en definitiva, se hacen para olvidar las cosas pendientes cuando uno tiene otras en la cabeza.
En los años cincuenta se estrenaba La vida en un bloc, con el gran Alberto Closas, que interpretaba a un médico rural empeñado en anotar obsesivamente sus planes futuros en una pequeña libreta que llevaba consigo. Recordé aquella película al saber que circula por la red una lista de malos catalanes extraída de un libro que firman Jordi Avia, Salvador Avia y Jean Marc Passada.
Cuando uno oye hablar de malos catalanes piensa inmediatamente en gente como los Pujol, o como Félix Millet, o incluso como alguno de esos deportistas que ponen cara de tontos para defraudar al fisco y le echan la culpa al representante de la cuenta en Suiza mientras se atusan la estelada. No se hagan ilusiones. Para los autores del libro y sus palmeros los catalanes dignos de odio son Rosa Regàs o Albert Boadella, Carme Chacón o Josep Pla.
En estos días en los que muchos parecen tener la piel finísima en lo que a salidas de tono se refiere, no he escuchado demasiadas condenas sobre la lista ignominiosa, sobre esa vergonzante relación impresa de personas susceptibles de ser odiadas. Está claro que tenemos un problema. La sociedad que permite las listas de malos y de buenos señala a los que considera peores como paso previo al ostracismo, al que por lo general sucede el exilio.
Una lista como esa no se hace porque sí. Se hace para ir condenando a la muerte civil a aquellos a quienes algunos obligarían a ir por la calle con un brazalete, para poder distinguirlos sin dificultad de los bendecidos con el carnet de decencia. Para separarlos de los catalanes buenos, según la demencial perspectiva de unos cuantos que apuesto a que organizarían con mucho gusto un plan de limpieza forzosa para eliminar la sangre sucia de la tierra prometida.
Es una suerte que vivamos en un país en el que no se dan condiciones para empezar con los pogromos, porque no las tengo yo todas conmigo tras la tibia reacción al texto de los dos Avia y compañía. De momento ya han hecho una lista para saber quién es quién y tenerlos señalados. No vaya a ser que, con las prisas, se les olvide alguno.