Siguiendo la estela de Boris Izaguirre, al que tengo el honor y el gusto de acabar de entrevistar para esta santa casa, de Ayanta Barilli, que también escribe aquí (un blog de sexo que por lo menos a mí me deja tiritando cada vez que lo leo: ¡yo no sabía que la amnesia poscoital no es coña y que los hombres -algunos- también se las apañan para fingir orgasmos!) he pasado un par de días en Málaga, poniendo la oreja en unas jornadas organizadas por La Térmica, un centro cultural de la Diputación de allá. Dicho así puede parecer que den cursos de corte y confección de faralaes y propulsión de abanico pero qué va. Las jornadas, celebradas en sus encantadoras dependencias que tenían un no sé qué de campus mozárabe, versaban sobre cómo los nuevos usos y costumbres, preferentemente online, condicionan el sexo y las relaciones personales.
No voy a entrar en mayores detalles sobre las jornadas ni sobre sus participantes que luego me regañan por parecer que hago publicidad encubierta (que si la hiciera no estaría como estoy, más pelada que una raspa… con decir que llamo Fumanchú a Montoro por la radio y no me hacen paralelas ni nada) o por hablar demasiado de mi gente. Especialmente de uno -Dragó- que este mismo fin de semana dicen que la ha vuelto a liar “recomendando” en su columna semanal de un conocido periódico el voto para un supuesto partido ultra… Puñeta, se me ve a mí (con estos pelos) preguntando, angustiadísima y hasta un puntito mosca: “Nene, si por lo que sea has decidido volver a votar a alguien por primera vez desde ni se sabe cuándo, ¿por qué tengo que ser siempre yo la última en enterarme? ¿Y qué es eso de que pides encima el voto para los ultras? ¿Te has vuelto a hacer del PCE? ¿Te ha convencido al fin tu compadre Verstrynge el Terrible para irte de cañas con Pablo Iglesias?”.
Luego resulta que todo lo de Twitter era filfa, que ahora a no saber leer lo llaman trending topic y que a mí me pueden decir que soy brutalmente de derechas (Elisa Beni siempre me lo dice en el programa de Julia Otero, y mira que yo creo que Elisa me tiene cariño), cuando no facha a palo seco, intratable y estúpida… ¡por afirmar que la socialdemocracia se ha muerto, que yo ya no la veo ni la siento por ningún lado, que me recuerda a esos orgasmos fingidos que cuenta Ayanta Barilli -más siniestros si cabe cuando los fingen los hombres…-, y si alguien va y dice justo lo contrario, que socialdemócratas son todos menos uno (que a mí personalmente me parece tan ultra como Hello Kitty) también le ponen a picar piedra en el valle de los caídos progres!
¿Desde cuándo describir la realidad equivale a desear que esta sea como es? ¿Estaba conforme Marx con la inmensa explotación proletaria que él radiografió y analizó hasta su más minúsculo detalle? Pero no hay nada que hacer. La política en este país es un spaguetti western donde o te haces de izquierdas o haces de indio o haces de cactus. Que le pregunten a Albert Rivera con sus vagones valientemente en círculo justo en el centro, centro, que es donde van a dar todas las balas… ay.
Pero estas cosas cansan. Desfondan. Mejor vuelvo a lo de Málaga. Allí curioseando y husmeando me enteré de cosas como que ha salido a la venta el primer condón global, tecnológicamente tan avanzado que parece casi más pensado para ir a la Luna que al catre. Está hecho de grafeno. Lo fabrica una casa sueca de alta juguetería erótica… y hasta aquí puedo leer sin devenir sospechosa de ser una mujer anuncio. El condón de marras no carece precisamente de promoción, lo recomienda por todo el mundo Charlie Sheen. Ya saben, ese actor americano tan rematadamente golfo que en 2015 anunció que era portador de VIH.
Hablar claro es una manera como cualquier otra de ayudar a la gente. No creo que Charlie Sheen esté recomendando a nadie ni coger el sida ni fingir los orgasmos. Ni siquiera follar más o menos. Simplemente describe a quien le quiera oír la diferencia que para él hay y ha habido entre hacerlo sin condón, con condón o con supercondón. Se supone que ya somos todos mayorcitos para oír todas las opiniones, sin miedo a ninguna, y actuar libremente y en conciencia. Es como votar lo que a ti te dé la gana. ¿Ven que fácil?