Aunque ha tenido poco protagonismo en la presente campaña, tres de los cuatro partidos principales afirman de manera más o menos clara que derogarán el infame “impuesto al sol” que pretende desincentivar la generación de energía solar en hogares, una barbaridad con la que se ha retrasado el desarrollo de la generación solar distribuida en el que sería, sin duda, uno de los países más propicios de Europa para ello. Son pocos los que dudan que la generación eléctrica está ante su propio y particular “internet”, una descentralización disruptiva que cambiará drásticamente las reglas del juego... pero España permanece completamente al margen.
Sobrevolar el centro de Europa viendo paneles solares en los tejados de muchísimas casas, y hacerlo sobre España, donde son prácticamente inexistentes, produce un inevitable deseo de querer quemar en una pira purificadora a los miserables corruptos que, en un país con una balanza de pagos desequilibrada por la factura energética, nos han llevado a esta situación. No existen explicaciones válidas que resistan un análisis mínimamente serio.
Pero además de lamentarse, cabría preguntarse qué vamos a hacer cuando la situación política cambie. Según los sondeos, la única alternativa que mantendría la absurda ley sería una mayoría absoluta del Partido Popular, harto improbable. El resto de las combinaciones darían como resultado, si los partidos cumpliesen su programa, o la derogación de la ley, o su uso como pieza en una hipotética negociación para formar gobierno.
A lo largo de la última década y media, este país ha sido capaz de generar tantas situaciones corruptas y tanta inseguridad jurídica en torno al tema de la energía solar -aún hay inversores esperando justicia en diversos tribunales internacionales- como para hacernos merecedores de comparaciones justificadas con cualquier economía tercermundista de medio pelo. Eso hace que plantearnos cuál va a ser la situación tras las elecciones no sea en absoluto un tema circunstancial: no solo está en juego nuestra política energética, sino las iniciativas de muchos posibles emprendedores o inversiones de empresas extranjeras que se puedan plantear un hipotético desembarco en nuestro país.
SolarCity, una empresa norteamericana a caballo entre la tecnología de generación solar y las finanzas, acaba de recibir una oferta de compra de Tesla. Una oferta “extraña” dados los cruces accionariales entre ambas compañías, y que ha provocado una fuerte caída de las acciones de la compañía automovilística, pero que muestra el interés por este tipo de empresas y su futuro. ¿Podremos en España plantearnos escenarios así? ¿Una SolarCity española? ¿O preferiremos seguir consolidando la corrupción como nuestro modelo de negocio mas sostenible?