Una semana después del 26-J la sensación de déjà vu empieza a ser exasperante. Ni el resultado electoral ni la actitud de quien debería ser el primer interesado en transmitir confianza permiten ser demasiado optimistas sobre la viabilidad y fuste de la decimosegunda legislatura. Más allá de apelar a la responsabilidad de los otros partidos para que le presten apoyo, Mariano Rajoy no ha hecho ni un solo gesto para merecer el pasaporte a la reelección que viene reclamando.
El presidente en funciones no puede pretender que el rechazo general a la celebración de unas terceras elecciones sea el leit motiv del nuevo tiempo. Entre otras cosas porque aun no siendo descartable que la generoridad de sus rivales políticos le permita los apoyos y/o abstenciones suficientes para ser investido, lo que está en juego no es sólo la formación de un gobierno después de seis meses de parálisis, sino la capacidad del próximo ejecutivo para sacar adelante las reformas legislativas, de la Constitución, de la ley electoral y del poder judicial, imprescindibles para que España supere la crisis institucional en la que permanece varada.
Iniciativa política
Una semana después del 26-J, seguir dándole vueltas al ábaco electoral y aguardar a que los partidos que han perdido las elecciones resuelvan el problema no es sólo una pérdida de tiempo: también es una irresponsabilidad. Ha llegado el momento de exigir a Rajoy que asuma de una vez la iniciativa política y diga hasta dónde está dispuesto a llegar para garantizar la gobernabilidad.
No parece demasiado pedir que, quien ha ganado las elecciones demuestre si tiene la habilidad suficiente para encabezar una legislatura que será fructífera sólo en la medida en que el Gobierno sea capaz de llegar a acuerdos con otros partidos. Hay motivos sobrados para pedirle a Rajoy que mueva pieza en serio de una vez, pues ya lleva una semana arrellanado, haciendo lo que mejor se le da -verlas venir-, sin que al PP se le conozca otra iniciativa que la de haber llamado a la puerta del único diputado de Coalición Canaria en busca de un voto favorable o una abstención en cualquier caso anecdótica.
Con un PSOE que ha postergado al Comité Federal del sábado su toma de posición y el debate de cuestiones cruciales relativas al liderazgo interno y la convivencia con el PSC -que ahora apuesta por un "referéndum a la canadiense"-; con Ciudadanos sin diputados suficientes para asegurar una mayoría suficiente; y con Podemos decidido a votar en contra seas cuales sean las consecuencias, es evidente que la pelota está en el campo del PP y que no se puede retrasar por más tiempo el partido.
Acuerdo programático
Aunque insistimos en que el mejor modo de garantizar la viabilidad de la legislatura sería que PP, PSOE y Ciudadanos centraran sus esfuerzos en alcanzar un pacto programático reformista, que sirviera de base a una gran coalición, y dejar para el último momento el debate sobre la figura del presidente, la iniciativa corresponde al partido que ganó las elecciones.
El PP y Mariano Rajoy tienen que dejar claro cuánto antes cuáles son su planes, en quiénes quieren apoyarse, cuáles son sus prioridades y qué están dispuestos a ofrecer a sus potenciales aliados, siendo conscientes de que España no puede estar al albur de un gobierno débil y sin capacidad para resolver los problemas del país.