El debate de investidura de Mariano Rajoy avanza hacia su fracaso anunciado después de que, en primera votación, el candidato popular se haya quedado a seis escaños de la mayoría absoluta: 170 síes frente a 180 noes. A expensas de que el próximo viernes no se produzcan sorpresas y Rajoy se convierta en el primer presidente electo que no consigue el respaldo de la Cámara, el debate de este jueves en el Congreso ha confirmado hasta qué punto el bloqueo político se ha enquistado.
El debate fue interesante en términos dialécticos. Mariano Rajoy se resarció de su plúmbea intervención de la víspera gracias al histrionismo de Pablo Iglesias y Joan Tardá, que le permitieron exhibirse como el parlamentario irónico y ocurrente que es. Pedro Sánchez defendió con solvencia su no a Rajoy, hasta el punto de que el candidato del PP en lugar de rebatirle tramitó su réplica con lugares comunes, renunciando al menor intento de persuasión. Albert Rivera supo hacer el mejor discurso en la peor circunstancia, defendió con creces su aproximación a Rajoy por "responsabilidad de Estado" y tuvo la audacia de intentar abrir el juego político instando a PSOE y Podemos a "vigilar al PP".
Sin desbloqueo
No obstante, la buena esgrima dialéctica de los contendientes no ha dado opciones a pensar que hoy España esté más cerca del desbloqueo que hace ocho meses. Muy al contrario, este debate de investidura cierra más puertas de las que abre. Primero, porque después de la intervención de Sánchez sólo puede colegirse que, legítimamente, Rajoy no obtendrá ni el viernes ni en los próximos 54 días la abstención del PSOE, lo que abocaría a la convocatoria de terceras elecciones. Y segundo, porque de acariciar Sánchez la idea de encabezar una alternativa, la intervención de sus socios potenciales convierte esta opción en muy remota.
El secretario general socialista viene anunciando que el PSOE estará "en la solución" al tiempo que rechazaba ir a terceras elecciones. Ambos enunciados dejaban un resquicio abierto a que el socialista volviera a intentar convertirse en candidato in extremis, pero los portavoces de Podemos, ERC y PNV han puesto muchas trabas a esta posibilidad.
Iglesias y Tardá
Lo lógico es que, concluido el debate, vuelva a imponerse el cálculo aritmético, el sentido común y el posibilismo. Sin embargo, Iglesias ha retomado el discurso asambleario, ha menospreciado a Sánchez y ha arremetido contra Rivera, lo que lo confirma como un pésimo compañero de viaje para el PSOE y como un antagonista para Ciudadanos. Por lo que se refiere a Joan Tardá, sus alusiones a un supuesto colonialismo español en Cataluña y a la opresión del Estado permitieron el lucimiento personal de Rajoy, además de suscitar buenas dosis de vergüenza ajena. Y el PNV, pues está en campaña.
El enroque ha adquirido tal dimensión que el PP ha decidido pasar a una ofensiva en todos los frentes para descabalgar a Pedro Sánchez y doblegar al PSOE. La amenaza sigue siendo repetir las elecciones. Esta operación abunda en el chantaje al que somete Rajoy a todo el país tras manipular el calendario para que unos eventuales terceros comicios caigan en Navidad. El PP debería reconsiderar sus opciones una vez Rajoy fracase en lugar de coaccionar a todos los españoles por blindar a este candidato. De lo contrario, quedará patente que cuando el presidente en funciones dice aquello de "o yo o el caos" alude a una falsa disyuntiva, pues ambas alternativas resultan cada vez más difíciles de distinguir.