“Aquí está, viene ya tan feliz, con sus flechas de amor para ti”. Karina: mito de rocola, pista de luces y pantalones de campana. Resucita a media mañana, en la balconada del palacete barroco del café de los espejos, en Recoletos. Dulce, ingenua –así parece, así se dice–, posa dispuesta a respirar otra vez el aroma de portada.
La jovencita que desbancó a los Beatles del número uno de las listas radiofónicas se planta de nuevo ante la grabadora, como aquellos días en los que enamoró a Carmen Polo, Adolfo Suárez, Julio Iglesias, Massiel… Cuatro ochentones beben vino blanco en la mesa de enfrente. Se giran, ¿será Karina? Ha pasado tanto tiempo. La camarera, al despedirse, lo confirma: “Adiós, muchas gracias, Karina”.
María Isabel Llaudes (Jaén, 1945) fue la voz de un sueño, el de los que vibraron con “Fiesta”, “Las flechas del amor” y “Oh, Carol!”. Ahora sonríe en el recuerdo, vacía su bolsillo de las dos o tres generaciones que conquistó y se dispone a desmigar “esta España tan cambiada”. Ácida, y con un inocente “me van a matar”, juega en las respuestas: “Susana Díaz es una chica yeyé, Sánchez un musculitos, y a Rajoy no le cantaría tú serás mi baby”.
¿España es agradecida con sus mitos del pop?
No. El mito pasa examen todos los días. Cuando aprueba, fenomenal, logra el sí de la sociedad y de las discográficas. Cuando la cosa se tuerce… Por desgracia, somos un país muy olvidadizo. También dicen que envidioso, y eso es malísimo.
Eusebius, un crítico musical de la primera mitad del siglo pasado, decía que no hay nada que guste más a un español que ver a un artista despeñarse cuando está en lo más alto de su carrera.
Sí, yo he tenido esa sensación. Te ayudan, te llevan a lo más alto y cuando tocas el cielo con las yemas de los dedos, viene una ráfaga de viento, te caes sin paracaídas y pocos te ayudan. El golpe es muy duro.
¿A usted qué le dicen por la calle?
Creo que la gente me quiere. “¡Cuántas alegrías te debo!”, me han dicho en más de una ocasión. Pero ese cariño no está en los cuellos duros, así llamábamos en mi época a los grandes empresarios. Creo que no les importa, o no les llega, aquello que quiere transmitir el artista. Pasaban y siguen pasando. El cariño está muy reñido con el vil metal.
¿Qué encuentra si escarba en el baúl de los recuerdos?
Malo, bueno, divertido, alucinante… Cincuenta y tres años de profesión y setenta de vida dan para mucho. Soy creyente, optimista, no me quedo con el dolor y los vestidos rotos. Lo bueno lo tengo casi intacto en el corazón. Mis recuerdos son limpios, no he dejado que nadie los manche.
¿También hay papeletas electorales?
¡Sí! La primera de don Adolfo Suárez. Lo conocí cuando era director de RTVE. Yo participaba en el programa “Pasaporte a Dublín”, que decidía el intérprete español en Eurovisión. En 1970, Suárez ya era un señor con una personalidad arrolladora. Le voté y subí al escenario en uno de sus cierres de campaña en Madrid. Canté “El baúl de los recuerdos”, “La fiesta” y “Las flechas del amor”.
¿Qué sensación le causó Suárez en aquel primer encuentro?
Me quería ir del programa y pedí cita a su secretaria para poder explicárselo. Me concedió cinco minutos. Encontré un hombre muy sin tonterías. Le dije que me iba a marchar porque tenía problemas con mis compañeros. Me respondió que eso no era motivo, que ocurría en todos los sitios y que me pusiera a trabajar. Cuánto le agradecí el consejo. Gané el programa y fui a Eurovisión.
Muchos años más tarde, al propio Suárez se lo comerían sus compañeros de partido.
Sí… Quién se lo iba a decir.
En más de una ocasión, Karina ha comentado que le molestó cuando algunos le colgaron la etiqueta de artista del franquismo.
Sí, me molestó mucho. Yo y muchos de mis compañeros de entonces nacimos, sin decidirlo, en pleno régimen. En mi casa jamás se habló de política, no existía la libertad. Mi padre era menos conservador, más progre, y mi madre al contrario, pero se respetaban y se querían. Mi hermano Salvador estudió políticas en Barcelona y se afilió al PSOE. Paco estaba más a la derecha y yo me quedé en medio.
¡Como Suárez!
¡Sí! Lo que pasa es que ya no está. Se me fue… Ha sido mi presidente favorito. La Transición fue un momento muy adulto. Las canciones lo reflejaron bien, apenas hubo odios. Viví aquello como decía el musical: “Locos por la democracia”.
¿Se arrepintió de su visita a Carmen Polo en El Pardo?
No. Fue una invitación protocolaria. La Señora, como se la llamaba entonces, quería darme la enhorabuena y desearme suerte para Eurovisión. Le llevé el single y se lo firmé.
¿Cómo fue aquello?
Unos tapices, unas alfombras… Daba miedo pisarlas. Fui con Tony Luz, él como autor de la canción y yo como intérprete. Carmen Polo me deseó suerte, nos dio la mano, muchas gracias y adiós.
También le dijo que a Franco le gustaba la canción, ¿no?
¡Sí, sí! Ella nos dijo: “A Paco le encanta”. Yo me quedé mirando a Tony… ¿Quién es Paco? Para nosotros, en aquella época, era el Generalísimo. Paco, Francisco… Luego caí en la cuenta.
Es curioso. El tema se titulaba “En un mundo nuevo”. Por entonces, “Paco” no quería saber mucho de mundos nuevos…
¡Fíjate! Pero bueno… No sé si la llegó a escuchar. En aquel momento no lo pensé. Luego, con el paso del tiempo, deduje que fue una frase hecha.
En “Oh, Carol!” cantaba: “Mira cómo el mundo no se acaba, ni tampoco el sol. Aunque tú sufras por ese amor, piensa que sin duda hay un mañana”. ¿Cada vez es más difícil que Rajoy se lo cante a quien le vota?
Creo que Rajoy no puede cantar… No sé si tendrá buena voz. Un profesor de canto me decía que cualquiera que emita sonidos puede cantar. Por eso no le cierro la puerta, pero el hombre no está para cantar. No lo veo ni con una muñeira.
Quizá se quede con el verso anterior: “Cuanto antes, trata de olvidar”.
Yo no soy maestra de nada, pero me da la impresión de que no hay acción contra la corrupción, ni siquiera palabras. Sólo ambigüedades, tanto en el PP como en el resto. De ahí el gran desencanto. Si realmente esa corrupción es tan enorme y se lo han llevado crudo, que digan la verdad. No hay nada tan sano en la vida como la verdad. Dice el Evangelio que nos hace libres. ¡Dilo, aunque vayas a la cárcel! También serás libre. ¿Para qué alargar tanta agonía?
¿Por qué la corrupción no pasó factura al PP en las urnas?
Me da la impresión de que sus votantes no se lo creen del todo. Dicen: “Esto es imposible, es algo increíble”. Cuando salen esas cantidades con tantos ceros… ¿De verdad había tanto dinero para robar en este país? ¿Cómo se han podido hacer esas barbaridades? Necesitan decir la verdad. A veces cuesta, pero se irán a casa tranquilos.
¿El Gobierno tendría que dimitir?
Primero que digan la verdad y luego que convoquen elecciones. Esto es una agonía. Más vale ponerse colorado una vez que ciento amarillo. ¡Que el pueblo hable!
“Habla, pueblo, habla”, cantaban aquellos.
Sí, eso es. ¡Que salgan otra vez si hace falta! Necesitamos caras nuevas, gente limpia. Dicen que en todos los lados cuecen habas, pero ¿esto pasa en otros países?
Si Rajoy le pidiera que cantara en su cierre de campaña, ¿lo haría?
No creo… ¿Y qué canto? ¿La fiesta? ¿Tú serás mi baby? Imposible. Rajoy tiene que llevar una banda.
¡¿Una banda?!
¡De música! ¡De música! Qué mala soy…
Hay quien dice que la corrupción destapada estos días es peor que la de los últimos gobiernos de Felipe González. ¿Usted qué opina?
Me parece peor ésta, no para. Hoy es uno, mañana otro… Quizá en 1993 estuviera más ocupada y fuera menos consciente, pero lo de ahora es alucinante.
Karina siempre cantó al amor, a la alegría, a los sueños… Dadas las circunstancias, ¿se pasaría a la canción protesta?
No sé qué decirte. Soy optimista por naturaleza. Tiendo a pensar en el arreglo, aunque claro, hay que ponerse manos a la obra, si no la casa se nos cae encima. Canción protesta no creo, pero sí con un toque social, con humor. Quien da la cara a la gente no puede salir con el ceño fruncido, tiene que tirar de la manta y quedarse desnudo. ¡No lo digo por el cartel de Albert Rivera, eh!
¿Le gustó aquella forma de hacer campaña?
Fue original. La sociedad ha cambiado tanto… Para llamar la atención no hay nada como ese cartel. Desnudo y adelante.
¿Le seduce Albert Rivera?
Es un guaperas, no está mal.
Decía políticamente…
¡Ah! –suelta una carcajada–. Está en el medio, pero me da la impresión de que debería definirse un pelín más. A veces no se debe nadar a dos aguas. Me parece bien que ponga un poco de orden en pleno desvarío. Me caen bien él y su partido. España necesita savia nueva.
¿Por qué cree que muchos cantantes del pop han caído en el olvido y no así los autores de protesta? Usted vendió muchos más discos que ellos.
Eso es verdad… De “Las flechas del amor” se vendió un millón de ejemplares en un solo año. Quizá porque en aquella época se tuviera al cantautor como alguien más serio o comprometido. Parece que nosotros ni pensábamos ni sentíamos. Yo también he corrido delante de los grises. Mi primer novio, Tony Luz, estudiaba arquitectura. Imagínate cómo iban las cosas en la universidad. Cada dos o tres días escapábamos de la Policía. Los que nos dedicamos al pop no somos tontos ni estamos en Babia.
¿Mantiene amistad o relación con alguno de los grandes artistas con los que compartió década?
No creas… Hay mucha distancia. El mundo artístico es bastante individual. Cantas y luego te vas a casa, por lo menos antes. Se da cierta convivencia en los grandes recitales. Tuve amistad y mucho cariño a Massiel, pero tampoco quedábamos para tomar café.
¿Y con los cantautores de los que hablábamos?
Con Serrat, que coincidía mucho, nunca hubo demasiado contacto. Hola, adiós, qué tal. Habría que preguntarles por su impresión acerca de mí.
¿Cuál es la suya acerca de ellos?
Sentí mucho respeto, muchísimo. Eran gente tan comprometida y en un momento tan difícil… Creo que Víctor Manuel estuvo exiliado en México bastante tiempo, se jugaban mucho.
Con perspectiva, ¿qué cree que pensaban sobre Karina y el resto de poperos? ¿Les miraban por encima del hombro?
Sí, creo que sí. Nos veían vacíos. Dirían: “Estos tienen más pájaros en la cabeza que otra cosa”. Cada uno tiene su manera de expresarse, a mí me gusta la música romántica. ¿Qué le voy a hacer?
¿Le dolía?
Sí. En mi opinión, todo el que pisa un escenario merece un respeto, la admiración ya es otra cosa… Creo que no es bueno distinguir entre cantantes de primera y de segunda. Es cierto que unos mostraban más compromiso que otros. Pero es que el compromiso se puede mostrar de otra manera. Me considero solidaria, me encanta colaborar con ONGs, viajar a países subdesarrollados… Aunque no hiciera canción protesta, mantuve mi compromiso en silencio.
¿Alguna anécdota divertida de entonces?
A finales de los sesenta, antes de ir a Eurovisión, me confundían mucho con Pepa Flores, Marisol. Era muy gracioso porque, aunque el parecido no es muy grande, tenemos ese aire, rubitas, ojos claros… En vez de por mis discos, me felicitaban por mis películas. Rocío Durcal, Marisol, Massiel y yo compartíamos peluquero, Moncho. Quizá tuviera algo que ver.
Usted recorrió España de punta a punta en varias ocasiones. ¿Cree que el sentimiento nacionalista ha aumentado?
Creo que está igual que antes, pero ahora, por la infinidad de información, parece que es mayor. Mi abuelo paterno era catalán y su hijo, mi padre, nació en Valencia. Vivíamos en Jaén y los recuerdo hablando en catalán. Mi abuelo siempre decía que esto iba a terminar mal. Quizá por eso no me sorprenda lo que ocurre ahora.
¿En sus giras lo percibía?
Sinceramente, no. He cantado en la Semana Grande de Bilbao, en San Sebastián… No notaba diferencia, quizá porque lo nuestro fuera muy de fiesta. Me encanta la gente del norte. Cuando dicen que no es no… Pero si es lo contrario… Una vez, unos chicos del PNV me llevaron en Vespa desde la casa donde me vestía hasta el escenario. Fue muy divertido. Nunca he sentido rechazo o algo por el estilo.
¿Se cree el desarme de ETA?
Bueno… Me lo quiero creer. Aunque suene a los años setenta y a la margarita, me defino como pacifista. Nunca olvidaré un viaje que hice a Japón. Pasé por Alaska y vi un avión llenarse de chavales. Iban a combatir a Vietnam. Soy madre, no quiero imaginar lo que debe suponer coger en brazos a un hijo asesinado por las bombas.
¿Sufrió a ETA directamente?
Una vez, a finales de los setenta, me retuvieron a la entrada de Vitoria porque habían puesto un coche bomba. Un guardia civil me preguntaba por qué no dejaba de ir al País Vasco, yo le dije que eso no se me pasaba por la cabeza. Más tarde, en 1979, fui contratada para cantar diez días seguidos en una sala. El propietario me descontaba un 5% o un 10% por el impuesto revolucionario.
¿Lo denunció?
El empresario me explicó que me tenía que quitar esa parte. Fíjate mi ingenuidad: le dije que eso que descontaba no lo especificaba en el contrato. A mí nadie me amenazó directamente. Me dio miedo denunciar. ¿Quién era yo para hacerlo? En diez días me iba, pero ese hombre se quedaba allí, era su trabajo.
Hablemos del PSOE. ¿Se les han acabado “las flechas del amor”?
Con lo bien que estaban al principio… Eso parece. Ahora, todos enfadados. No entiendo qué quieren los políticos. Ganan dinero y tienen poder. Los españolitos estamos esperando a que nos saquen de las arenas movedizas. ¿Prefieren que nos ahoguemos? Las riñas sorprenden más cuando se producen dentro de un partido.
¿Qué consejos le daría a Susana Díaz para ser la chica yeyé del PSOE?
Susana Díaz tiene mucho carisma. Ya es una chica yeyé. La encuentro serena. Los otros dos tienen mala cara. Ella sonríe, parece agradable.
¿Y Pedro Sánchez?
No me gusta. Es un musculitos… Me van a matar. Su rostro no me inspira confianza. Es como las flores en primavera, soplas y los pétalos se van. Irá mucho al gimnasio, que me parece muy bien, pero no sé si se cree lo que dice. Su mirada es fría. Quizá me maten por esto y tarde dos semanas en salir de casa –se ríe–.
Se habló mucho de “Pedro, el guapo”. Si se dijera lo mismo de una política, se armaría follón.
A él le dicen guapo y no pasa nada, si le dicen a una política qué buen tipo tiene, ya es machismo.
¿Cuánto nos queda por hacer para acabar con el machismo?
Queda mucho, muchísimo. El problema es que no encontramos el término medio. Una cosa es no ser machista y otra el feminismo extremo. Hay mucho maltrato y tenemos que acabar con él. Puede rayar en el machismo, pero también tiene que ver con odios, falta de formación, una mala educación…
¿Pablista o errejonista?
Madre mía, qué follón. No sé qué decirte, nunca me lo he planteado. En el fondo, me parecen iguales.
¿Qué le ha parecido la moción de censura de Podemos?
Es lógica. Lo de la corrupción clama al cielo. En mi modesta opinión, creo que por menos han dimitido presidentes en Estados Unidos. Rajoy no puede hacer como que no pasa nada y a ver si esto se arregla. Esto no es un catarro.
En la cúpula de Podemos, al contrario que en la del PSOE, sí que hay amor.
Sí, sí. No está mal. Hombre, dicen que Iglesias ha quitado a su amigo para poner a la novia. Un amigo es un tesoro, luego con la novia puedes reñir…
Usted tuvo sus escarceos con la prensa rosa.
Hay gente que se lo monta bien y que saca mucho dinero por exclusivas a veces ciertas, otras menos ciertas… Y lo convierten en un modo de vida. A mí me salió mal, vendí exclusivas, lo reconozco, el mundo artístico tiene muchos altibajos.
¿Se arrepiente?
Sí, porque es pan para hoy y hambre para mañana.
¿La culpa la tiene el paparazzi o el famoso que se deja querer?
El famoso, sin duda. Los paparazzis sólo hacen su trabajo.
En líneas generales, si volviera atrás, ¿qué haría de otra manera?
Qué pena que no se pueda volver… Sería más reflexiva. En mi juventud arrasaba, me lanzaba muy rápido. Trataría de tomármelo con más calma. Creo que así hubiese cometido menos errores.
¿Volverá a cantar?
Sigo haciendo cositas. De vez en cuando, el gusanillo me lleva a pequeñas fiestas. También voy a la tele cuando me llaman. El grueso de contratación ya no existe, aunque tampoco lo resistiría. Si pudiera pedir un deseo, me encantaría retirarme de verdad con un par de nuevas canciones. Es difícil, cuesta mucho dinero, un productor… Oye, si alguien se apunta, aquí estoy.