Germán Yanke pertenecía a un tipo de periodista muy escaso en la profesión. Reunía cualidades muy diferentes que difícilmente suelen coincidir en la misma persona. Destacaba su claridad de ideas y una extraordinaria habilidad a la hora de exponerlas, ya fuera a sus alumnos, a sus lectores o a cientos de miles de espectadores. Siempre se entendía perfectamente lo que decía, por complicado que fuera el asunto del que estaba hablando. Y, por si no bastara esta virtud, habría que añadir dos más: jamás levantaba la voz –cuando las ideas pesan, no hace falta- y era coherente por encima de todo. Así lo demuestran sus frecuentes cambios de medio informativo en cuanto se sentía incómodo, una constante a lo largo de su carrera.

Había nacido el 21 de junio de 1955 en Bilbao, lo que siempre llevó a gala, ya fuera en Madrid o en Pensilvania. Su original apellido se debe al origen checo de su padre, también Germán. Se licenció en Periodismo y en Derecho y desarrolló una notable carrera docente. Impartió clases –y a la vez estudió- en varias universidades de Estados Unidos, entre ellas las de Kentucky, Bucknell y Virginia. Se especializó en Unamuno y en poesía española del siglo XX. Su paso por los Estados Unidos contribuyó a engrosar de manera significativa su gran cultura, que rebosa en todos sus trabajos periodísticos.

Decisiones libres



Con ideas muy claras desde joven, tuvo una breve carrera política entre finales de los 70 y principios de los 80, y llegó a ser portavoz del Partido Liberal del País Vasco. En esa época escribió una carta al diario El País, que es una auténtica autobiografía de un solo párrafo. Se quejaba porque el entonces delegado del diario en el País Vasco, Patxo Unzueta, siempre le relacionaba con el Opus Dei.

“Dado que el celo informativo de su corresponsal le hace empeñarse en incluir mi vida privada en sus informaciones políticas, voy a ayudarle para que no resulte siempre reiterativo: también soy miembro de la sociedad bilbaína, de la AEP, de la asociación holandesa de Prensa Neewspoort, del Instituto Salvador de Madariaga y de algunas otras entidades culturales, soy un regular jugador de tenis, bastante bueno de mus, vivo en una casa alquilada y no conduzco, soy asimismo socio de un despacho de asesoramiento en comercio exterior y consejero-delegado de una empresa transitaria (sic). Todas estas actividades tienen tanto que ver con la política como el ser del Opus Dei, es decir, nada. Mis decisiones políticas las tomo libremente y sólo yo soy responsable de las mismas”.

En estas líneas ya quedaba de manifiesto su fino humor, otra de sus señas de identidad. Se inició en el periodismo con trabajos para El Correo (fue corresponsal en La Haya) y para Deia, donde pronto llamó la atención por la agudeza y la profundidad de sus artículos. Fue entonces cuando lo conocí. Me lo presentó Melchor Miralles, entonces director de El Mundo del País Vasco. Miralles, que le había propuesto de subdirector, había hecho hincapié en su gran formación y no defraudó a nadie. Cada conversación con Germán era una clase magistral, daba igual el asunto. A primera vista, llamaba la atención su sosiego –no recuerdo haberle visto jamás con prisa o alterado -, su impecable forma de vestir –aunque fuera de sport- y su voz grave y sosegada, que tan buena imagen le daría en radio y televisión.



El sucesor de Capmany



De Bilbao se trasladó a la redacción de Madrid, donde dio solidez a la siempre conflictiva sección de Opinión del diario, y creó escuela con sus columnas que abordaron cuestiones mucho más allá del terrorismo y el independentismo vasco.

En el año 2000 le llegó una oferta para ser director de la revista Época, entonces un referente entre los influyentes semanarios de información política. Tomó el relevo nada menos que del histórico Jaime Capmany, que se retiraba. Recordaría años después una de las enseñanzas del veterano periodista, que Yanke cumpliría a rajatabla: “Cuando le sucedí, me dijo que la regla del periodismo es la honradez y el premio divertirse con ese trabajo. Y añadió que la diversión a veces se nos hurtaba, pero que la honradez debía estar garantizada”.

Dos años más tarde, cuando el grupo Intereconomía compró la revista, Yanke presentó su dimisión, siguiendo su máxima de no permanecer en un lugar que le resultara incómodo.



En 2004, dada su buena relación con la presidenta de la Comunidad de Madrid, le llegaría una gran oportunidad: la televisión. Fue contratado para dirigir y presentar el informativo Telenoticias 2 en Telemadrid. Pronto se hizo muy popular y el programa llegaría a conseguir una notable audiencia. Por un lado, era el único informativo al filo de la medianoche. Y por otro, Yanke le imprimió su sello muy personal. Compaginaba información y opinión de manera equilibrada, algo que muy pocos han conseguido. Su particular estilo, su frescura, su llamativa forma de vestir –corbatas y camisas de colores llamativos-, su pelo engominado y perfectamente peinado hacia atrás, le convirtieron en toda una celebridad.



Enfrentamiento con Aguirre



Probablemente por eso, su salida en 2004 tendría una gran repercusión mediática. Se han barajado varias causas. La decisión de prescindir de Pablo Sebastián, que hacía cada noche una lectura de la prensa cargada de intención. Una entrevista con la presidenta de la comunidad en la que Yanke, pese a su buena relación con Esperanza Aguirre, fue especialmente incisivo. Incluso El País –citando fuentes del entorno del periodista- llegó a decir que dimitió por las presiones ejercidas por el director general, Manuel Soriano, y por la propia Aguirre para que “alentara la teoría de la conspiración sobre el 11-M y seguir la línea informativa cultivada por el diario El Mundo y la Cope”.

Nunca se ha sabido a ciencia cierta el motivo concreto. Es dudoso que fuera por el 11-M, ya que fue sustituido por Fernando Sánchez Dragó y Ernesto Saenz de Buroaga no tardó en llamarle para sus tertulias en la Cope. Lo cierto es que Yanke ya no se encontraba cómodo. Su voz había alcanzado gran influencia, los políticos se daban cuenta y trataban de imponer sus ideas.



Colaborador de Pablo Iglesias

La variedad de medios en los que colaboró da idea de lo poco sectario que era Yanke. Sus columnas fueron publicadas en ABC y Estrella Digital. Fue tertuliano, además de en la cadena de la Conferencia Episcopal, en Punto Radio, Radio Nacional, Antena 3 televisón, TVE y en los programas dirigidos por Pablo Iglesias, líder de Podemos, La Tuerka y Ford Apache.

En su agitada labor periodística, Yanke encontró tiempo para los libros. Publicó cuatro poemarios, ensayos políticos, sobre la poesía española del siglo XX y sobre Bilbao. Los expertos consideran su antología Los poetas tranquilos un referente de la poesía española en la década de los 80. Fue biógrafo de Blas de Otero –su admirado poeta-; fundador, presidente y director del Centro de Documentación Unamuno, otro de sus personajes de cabecera; e incluso llegó a convertirse en editor para publicar Viaje al País Vasco, de Stendhal.

Su último título fue Jesús de Sarría, el nacionalista heterodoxo (2012), pero antes había publicado títulos de gran repercusión como Euskal Herria, año cero: la dictadura de Ibarretxe (2003), Ser de derechas: manifiesto para desmontar una leyenda negra (2003) o Ciudad sumergida (2007).

En 2013, con solo 57 años, su carrera quedó interrumpida bruscamente en cuando un infarto cerebral, del que nunca se recuperaría, le dejó postrado hasta su muerte. Su sobrina Rebeca, una de las mejores reporteras de El Mundo, mantiene vivo el apellido Yanke y con seguridad las enseñanzas de su tío, en cuya casa, rodeada de periódicos, empezó a amar esta profesión siendo tan solo una niña.

Germán Yanke había nacido en Bilbao el 21 de junio de 1955. Murió el 14 de mayo de 2017 a los 61 años.