Aunque ni se cosque, Adriana Lastra es hija de la Europa de las Luces. Aunque no lo sepa, Adriana es niña dinamitera, y quizá hasta estuviera contemplada en el gran sueño europeo de Schuman y Monnet y hasta en la coyunda fundacional del carbón y el acero.
Porque Adriana Lastra, José Luis Ábalos -medio caraqueño- y Marisu Montero -medio médica-, son también europeos, tan europeos como Dante o como Victor Hugo. O como yo mismo, que a mis veinte años cruzaba mugas y fronteras vacías como un ciervo comunitario. De Irún a Hendaya, de Ayamonte hasta Vila Real, de Trieste a Eslovenia.
En todo este fervor europeísta de Europa, cuando Europa se ha dado cuenta de que el camino del Sur es inevitable, tenemos al tendido ministerial rebosante de aplausos a Sánchez. Es una puerta grande al revés, y la foto que damos no es sino un frame de un plano secuencia a lo Sed de mal en el que Sánchez entra a Moncloa con fingida humildad, con algo de Andoni Ferreño/Agustín Bravo en sus andares de guapura.
Pero la procesión del bello no puede distraernos de lo fundamental: en una esquina, maquinando prensa y garrote, anda Iván Redondo, hijo del tuiter y de la regeneración capilar.
De Iván Redondo es la idea de este aplauso tan poco casual, tan minutado. Y desde un tiempo a esta parte al creador de la criatura, es decir a Redondo, se le ve ya -aun discreto- en algunos planos con una mirada que dice poco pero significa mucho. Hitchcock se hacía cameos de sí mismo, y el brujo no iba a ser menos.
Lo noticiable y lo vendible es que Sánchez ha conseguido los jurdós de Europa, o así nos lo ha contado la sucesión de imágenes que venían desde Bruselas con el presidente entre compungido y negociador en Babel. Este pasillo a Sánchez es la alegría del ingenuo, pero después del secuestro civil y de las muertes de los bares hay que celebrar que Mark Machaco Rutte transigió. Empezó Rutte como Robben y acabó más blandito que Iniesta, que así de errantes son los holandeses de la frugalidad y los molinos (rojos).
Los paseíllos de Sánchez, entre los suyos, son el Nodo de nuestra época. Después de la tontería de los balcones cuando la excepción, ahora la nueva normalidad es el clamor de los estómagos agradecidos.
Hay que aplaudir a Sánchez, que ha refundado Europa sin despeinarse y sin mascarilla.