Así como el llevarse las manos a la cabeza de Àngels Barceló fue el mejor compendio del estupor colectivo ante la convocatoria de las elecciones para finales de julio, hubo tres momentos de la entrevista que Ana Rosa Quintana le hizo a Pedro Sánchez en los que tanto sus palabras como su lenguaje no verbal encarnaron el pasmo que sentimos la mayoría de los españoles al escuchar al presidente.

Utilizando el rebobinado para ir de menos a más en ese podio del frotarse los ojos y los oídos, dando paso a un no te vas a creer lo que ha dicho, la medalla de bronce de las afirmaciones desafiantes —y desopilantes se la colocó a sí mismo Sánchez cuando definió la ley del sólo sí es sí como "una buena ley que protege a las mujeres".

Los tres pasmos de Ana Rosa ante Sánchez.

Los tres pasmos de Ana Rosa ante Sánchez. Javier Muñoz

Ana Rosa saltó eléctrica, pero manteniendo la contención gestual manos enlazadas tras la rodilla frente a los aspavientos del presidente.

¡Cómo va a ser una buena ley, cuando ha tenido los efectos que ha tenido…!

Sánchez insistió entonces, apelando a la atención especializada, manejando cifras de sentencias con penas de cárcel, martilleando con la mano derecha y desplegando a la par la izquierda para envolver a su entrevistadora. Ana Rosa levantó la mano izquierda, tratando de detener el torrente.

¿Por qué no vieron o no quisieron ver lo que esto iba a provocar, lo que ha provocado cuando les habían avisado?... Tardó seis meses en modificarlo.

Y estaba preguntándole por qué no cesó a Irene Montero, cuando el presidente aplicó el método Ollendorf, cambiando sus peras por manzanas.

He tenido que leer en medios conservadores de derecha y ultraderecha que el cambio de posición sobre el Sáhara tenía que ver con que mi mujer pertenece a una red de narcotráfico en Marruecos.

La cámara no enfocó entonces a Ana Rosa, pero la perplejidad brotó de sus labios:

Supongo que habrá denunciado a ese medio…

Cinco días después yo aún no salgo de mi asombro. En primer lugar, porque Sánchez describió un delito de calumnia con pluralidad de autores sin nombrar a ninguno. En segundo lugar, porque yo jamás había escuchado esa mentira, lo que indica que circularía en entornos muy marginales. Y en tercer lugar porque enseguida quedó claro que la motivación de Sánchez para dar publicidad explícita a un bulo de tan baja estofa era alegar que mientras en su móvil hackeado no había nada comprometedor, en el de Rajoy estaban los SMS con Bárcenas.

Acabáramos. Qué disparatado itinerario. O el complejo de persecución le está haciendo perder el sentido de la medida y la ponderación entre coste y beneficio; o este hombre debe cambiar, cuanto antes, al equipo que le prepara sus intervenciones.

***

La medalla de plata se la había colgado poco antes Sánchez cuando, hablando de sus acuerdos políticos con Bildu, alegó que "lo importante" era el "para qué". No era una deriva preparada. Ana Rosa reaccionó instintivamente, como si hubiera escuchado algo con lo que no contaba.

Eso parece maquiavélico. ¿El fin justifica los medios?

Depende.

Ella se quedó en silencio, mirando severamente al presidente con sus ojos rasgados, los labios prietos y los brazos pegados al cuerpo. Nunca un político en activo, menos aún un gobernante, había contestado con esa palabra a esa pregunta. Con ese relativismo a uno de nuestros pocos principios absolutos. Pero lo peor llegó cuando Sánchez trató de explicarse.

Por ejemplo, si es para revalorizar las pensiones respecto al IPC, o si es para hacer una reforma laboral que…

"Sánchez empezó diciendo que contra él se habían sobrepasado "todos los límites", y entró en su bucle victimista habitual"

Santo cielo, pensé. Si alega que "el fin justifica los medios" para impulsar medidas contingentes de política económica, ¿qué habría ocurrido si este hombre se hubiera encontrado ante dilemas como los de sus antecesores, en relación con la lucha antiterrorista o la defensa de la unidad nacional? ¿O acaso fue ya ese "depende" el que le llevó a felicitar a la gendarmería marroquí por lo ocurrido hace poco más de un año en la valla de Melilla?

Sea como fuere, la actitud desafiante de Sánchez con relación a sus dos peores errores políticos haberse puesto del lado de Irene Montero frente al feminismo y blanquear a Bildu en el parlamento venía predeterminada por el momento de oro que, prácticamente al inicio de la conversación, había situado la entrevista dentro del género del cine fantástico.

Sánchez había empezado diciendo que contra él se habían sobrepasado "todos los límites" porque desde la prensa le habían llamado "golpista" y "filoetarra" (dos imputaciones falsas y gruesas, desde luego), pero también "prepotente" y "soberbio" (calificativos encuadrables en los pellizcos de monja que cualquier persona pública recibe). Y a partir de esa mal expresada mezcolanza, había entrado en su bucle victimista habitual.

[Pódcast: 23-J, la campaña que se libra en los platós]

El sanchismo es una burbuja que han ido hinchando de manipulaciones, de mentiras y también de maldades. En los medios de comunicación, en las tertulias conservadoras… que evidentemente no obedecen a la realidad sociológica de nuestro país porque una cosa es la opinión pública y otra la opinión publicada. La opinión publicada es la de los medios; la opinión pública es la de la gente. Hay una absoluta desproporción en las aproximaciones y los debates conservadores…

Ana Rosa interrumpió el monólogo, intentando aterrizarlo en la realidad.

—Noventa por ciento, dijo el otro día…

Pero Sánchez no se arredró.

Evidente.

Ana Rosa alucinaba.

-De verdad, presidente… Que la gente ve la tele, escucha la radio… ¿Un noventa por ciento?

Entonces Sánchez levitó hasta una rama aún más alta en el árbol de la audacia. Más que estupendo se puso mirífico.

Así es. Y me quedo corto… ¡Y me quedo corto!

***

Houston, tenemos un problema. Si el presidente del Gobierno legítimo de un país democrático repite por tercera vez en quince días o sea, no como un calentón sino de forma deliberada y reflexiva que más del "noventa por ciento de los medios" le persigue con la triple M de las "manipulaciones, mentiras y maldades", es imposible no extraer consecuencias.

Básicamente, caben dos opciones: que sea falso o que sea cierto. Lo primero implicaría que la humillación por la derrota del 28-M y la ansiedad ante el riesgo de que se repita el 23-J le estén empujando en una espiral de exageración y paranoia. Hay antecedentes en la América de Nixon y Trump, en el PP de Rajoy y sobre todo en el propio PSOE de González y Guerra.

Seguro que muchos de mi generación se acuerdan del "vendaval antidemocrático", el "gusano goebbelsiano" y la "basura amarilla fruto de la descomposición intestinal". En aquella época también había una "triple M". "Aznar, Anguita y el director de El Mundo la misma mierda son", sostuvo el ya expresidente cuando aún buscaba explicaciones ajenas a sus actos para su derrota de 1996. Cómo me alegra, por cierto, volver a oírle reivindicar ahora los pactos en pro de la "centralidad".

"Cuanto más insista Sánchez en su épica remontada como él sólo contra todos los medios, menos escapatoria tendrán sus seguidores y aliados"

Quiero decir que, aunque todo esto lo hemos vivido ya unas cuantas veces el denominador común es matar al mensajero para eludir toda autocrítica, nunca imaginé que Sánchez llevara tan lejos el pulso con la libertad de expresión. Si dice que tiene al "noventa por ciento" en contra y que "se queda corto", a lo mejor es que cree que le persigue el noventa y cinco por ciento de la prensa. ¿O tal vez el cien por cien, incluidos la SER y El País?

Esa provocación tal vez sirva para movilizar a la izquierda más necesitada de identificar a un enemigo. Pero su gran riesgo es que la mayoría de esos ciudadanos que en efecto ven la tele, oyen la radio y leen los periódicos llegue a la conclusión de que el baremo del presidente es igual de poco fiable en los demás asuntos que les afectan.

También cabría, al menos a efectos dialécticos, que esa aversión abrumadora, que esa coincidencia anti-sanchista poco menos que unánime, resultara cierta. Con dos variantes: que fuera justa, lo que implicaría la urgencia de sustituir al presidente, o que fuera injusta, lo que obligaría a meter en vereda a la prensa. En este último escenario se situaron los redactores del programa de Sumar.

***

Cuanto más insista Sánchez en lo del "noventa por ciento" como parte de su épica remontada él sólo contra todos los medios, menos escapatoria tendrán sus seguidores y aliados. Y como siempre ocurre, son estos debates los que hacen aflorar las inclinaciones naturales de cada uno.

Sánchez se ha pasado frívolamente de frenada, pero es el alma totalitaria de Yolanda y su CEDIA (Confederación Estatal de Izquierdas Autónomas) la que ha emergido de inmediato. Nadie les arrebatará ya el dudoso honor de haber presentado el primer programa electoral con un plan preciso para restringir la libertad de prensa en medio siglo de democracia.

"Ante el dilema de Rufián sobre si es más peligrosa Yolanda que Abascal, nada tan recomendable como tratar de conseguir que ninguno formen parte del Gobierno"

Claro que, como lo único equiparable a su vocación represora es su ignorancia, ningún cráneo privilegiado reparó antes de presentarlo en que la concepción de la "carrera" periodística como un gremio cerrado, con posibilidad de "expulsar" a quien no cumpla los cánones, era calcada a la vigente durante el régimen de Franco. De ahí el ridículo de la rectificación a medias.

Porque, pese a la renuncia a ese mecanismo extremo, se mantiene la pretensión de controlar a los medios audiovisuales mediante un Consejo politizado como el tristemente célebre CAC catalán; la pretensión de ampliar los márgenes legales del Derecho de Rectificación; la pretensión de limitar las cuotas de audiencia de las empresas informativas y sobre todo la pretensión de acotar el artículo 20 de la Constitución mediante artefactos legales como un Código Deontológico o una Ley Orgánica "sobre el derecho a dar y recibir información veraz".

[Del teléfono para hombres en crisis al agua más cara para ricos: 15 ocurrencias del programa de Sumar]

Por algo dice la Primera Enmienda de la Constitución norteamericana que "el Congreso no aprobará ninguna ley limitando la libertad de expresión o de la prensa". ¿Se darán cuenta los "abajofirmantes" del manifiesto de la Plataforma Artes Libres de que los riesgos del retorno de la censura tienen una dimensión mucho mayor que los criterios de programación artística de media docena de los ocho mil municipios españoles y un origen mucho más cercano a su sensibilidad e intereses?

De momento, ante el dilema planteado por Gabriel Rufián sobre si es "más peligrosa" Yolanda Díaz que Abascal, no hay nada tan recomendable como tratar de conseguir que ni la una ni el otro formen parte del próximo Gobierno. La oportunidad se acerca.