Imagínese una industria que, en un plazo de cuatro años, presagiase cambios tan importantes como el cambio drástico de su componente principal, el motor, para pasar de una tecnología desarrollada durante más de un siglo a una completamente diferente, la electricidad, cada día más madura y que apunta a superar cada vez más sus limitaciones, y sus mitos. Imagínese que de la noche a la mañana, viésemos a todos los competidores obsesionados por poner en el mercado lo más rápido posible vehículos limpios, eficientes y con cada vez mayor autonomía.
Ahora imagínese que además, esos vehículos pasasen a ser autónomos, a conducirse solos. Todo apunta a que ese escenario va a ser una realidad entre 2020 y 2021, con todo lo que ello conlleva. Ya son muchas las marcas que trabajan en ello, lo que nos lleva a plantearnos imágenes que hasta no hace mucho pertenecían únicamente a la ciencia-ficción.
Y para terminar de liarla, es más que posible que el cliente también cambie, y que pasemos de adquirir y poseer vehículos, a simplemente utilizarlos como servicio. Que poseer un coche, sencillamente, no tenga sentido desde un punto de vista económico, que la conducción humana pase a ser reconocida como una actividad peligrosa frente a la autónoma, la gasolina y el gasoil se prohíban, y que los fabricantes de automóviles se dediquen a operar flotas o a proveer de vehículos a estas. Imagínese ciudades libres de coches, en las que se prohíbe la circulación y el aparcamiento de vehículos particulares, ciudades reconquistadas por las personas.
En cuatro o cinco años, cambiará el principal componente de los vehículos, cambiará cómo se conducen, y cambiará quiénes los adquieren. Todo lo que sabemos y damos por sentado sobre un tema, completamente cambiado en cinco años... ¿alguien da más? ¿A alguien le sigue extrañando que los profesores de innovación hablemos últimamente tanto de la industria del automóvil?
Pero en el fondo, prevalece una idea fundamental: la tecnología como forma de eliminar preocupaciones. Hoy, nos preocupa comprarnos un coche, asegurarlo, llenarle el depósito, tener un accidente, aparcarlo... En unos cuatro años, no compraremos coche, no llenaremos su depósito, no produciremos humos, no tendremos que conducirlo, no tendremos prácticamente accidentes, pediremos el vehículo cuando lo necesitemos, aparecerá ante nosotros en poco tiempo y nos llevará por muy poco dinero, y no tendremos que aparcarlo. Todas las preocupaciones del usuario de automóvil, convertidas en el uso de un servicio cómodo, rápido, seguro y conveniente. Sin más preocupaciones.
Y aún hay quien pretende discutir si la tecnología es buena o mala...