Este miércoles, justo cuando se cumple un año desde que el rey disolvió las Cortes y convocó nuevas elecciones, Mariano Rajoy inicia el trámite en el Congreso de una investidura -como siempre quiso- desbrozada de obstáculos. El presidente en funciones, que gracias al bloqueo ha disfrutado de un año gratis de mandato, tiene la certidumbre de que será investido el sábado gracias a la abstención del PSOE y ya ha manifestado que quiere gobernar cuatro años más.

De conseguirlo, superaría el tiempo que Zapatero y Aznar estuvieron al frente del Gobierno tras dos rotundas victorias. El propósito de Rajoy parece voluntarista, pues tendrá que gobernar en minoría, en medio de una crisis política e institucional sin precedentes, y con Podemos decidido a agitar la calle al máximo, como prueba el respaldo explícito de Pablo Iglesias y Alberto Garzón al "escrache" contra el Congreso convocado para el sábado. Pero el PSOE está muy dividido y será el caos que padece el que decida la suerte de Rajoy.

El PSC

Los socialistas están tan divididos y enfrentados que en estas condiciones no pueden afrontar unas elecciones. Tampoco parecen preparados para resolver su crisis de liderazgo a corto plazo. El PSC ha decidido este martes de forma monolítica desobedecer a la gestora y votar en contra de las investidura de Rajoy, lo que ha sido considerado por la dirección interina como una "ruptura unilateral de la unidad de acción". El pulso es de tal magnitud que es imposible saber si el partido el PSOE romperá definitivamente con el PSC o si ambos partidos intentarán a partir del sábado recomponer su relación.

Habrá que aguardar a conocer las represalias sobre los díscolos para hacerse una idea de la dimensión de la crisis. La paradoja es que el sector que ganó el Comité Federal va a tener que hacer lo posible para demorar el congreso extraordinario y demostrar que es capaz de sacar rédito de la colaboración con Rajoy.

No se sabe muy bien cuál va a ser la actitud ante el PP de un PSOE dividido y descabezado, pero a poco que se esfuerce y haga concesiones, Rajoy podrá servirse de los problemas internos de los socialistas a modo de muleta. Todo depende de que el primer partido de la oposición no se fracture del todo. También de que, como consecuencia de sus luchas internas, se impongan o no las tesis de quienes están dispuestos a pactar con los independentistas. En ese caso, y con la secesión de Cataluña como amenaza, la legislatura estaría abocada a terminar de forma traumática más pronto que tarde.