Los podemitas ausentes en Cortes. Como aquellos borrachos presentes que enterraban a alguno de los suyos, en mitad de la iglesia, cantándole La Internacional al muerto, que era sindicalista, sí, pero que le encargó misas a su compungida esposa: e hijos. Como aquellos que se meaban en las estatuas de Franco, muerto Franco, décadas después de que el Camaleón se fuera a "rendir cuentas ante el Altisimo". Así ha sido la bravata demagógica de Pablo Iglesias al pasarse por el forro esa mijita de protocolo que se le pide a todo diputado que se viste por lo pies.
Pero ellos no, ellos van por encima del bien y del mal y de la decencia, que la decencia es casta. Es fácil politizar al cadáver en caliente, casi que a la verita del Congreso; es muy fácil y muy poco humano eso de posturear con ausencias en las Cortes, donde estos jóvenes son tan soberanos y tan relativistas de la vida y la muerte.
Lo de Podemos en el Congreso es un gesto de cobardía, claro, y de ganar portadas y gritos de la/su horda cuando horas antes una señora, con su sabido historial, veía pasar la vida en un segundo, con ese sentir cristales en el pecho que va en el peor infarto.
Si la política es el arte de la decencia, Unidos Podemos ya se ha retratado para la posteridad. Ante la parca no hay discrepancias, ni postureos podemitas a los que no se presta ni Rufián. Y aunque Rita fuese, hiciese, fue también la banderola de muchos, la de muchos valencianos que pudieron sentirla como propia, como un símbolo, como el murciélago. Va de suyo que está en las hemerotecas el todo de Rita; con sus aciertos, marrones y bufonadas: que aquí nadie ha nacido de fábrica para ser santo y munícipe. Quizá Rita fue musa antier de aquellos que hoy no son capaces ni de respetar ese luto que ya no es luto ni a Barberá ni a Valencia, ni siquiera al PP más negro y populista... Que es mera humanidad, señorío transideológico.
Unidos Podemos no ha sido capaz de ceder ni un minuto, un mero minuto, a Barberá, con su cadáver presente allí al ladito.
Sucedió que lo de Podemos es lo esperábamos. Y que los muertos no tienen defensa posible, y que fuimos muchos los que metaforeamos con látigo a la Jefa y que hoy nos sentimos, extrañamente, vacíos.
Se ve que los muertos no tienen un día de gracia. Ni siquiera el primero del resto; del resto de la Eternidad.