En esto de que Susana sea la candidata preferida por la derecha para el PSOE, que Errejón sea el dirigente preferido por los socialdemócratas para Podemos, o que Gallardón fuera en su día el aspirante que los progres deseaban al frente del PP opera más un automatismo defensivo que una valoración honesta de los líderes ajenos.
De hecho, ni el exalcalde de Madrid era un socialdemócrata que se equivocó de sede cuando fichó en AP recién estrenado el pantalón largo, ni Susana parece merecer en la izquierda las ovaciones que logra en las sobremesas de la patronal, ni la transversalidad sin comunismo que defiende Errejón casa con su pasado de escraches a Rosa Díez y loas a Hugo Chávez: "¿Ya no amanece triste el Orinoco?, preguntaría Monedero.
Para conocer de qué se trata cuando hablamos de liderazgos tenemos a los politólogos y a los camareros, por citar dos oficios de contacto inverso, uno académico, de pizarra, el otro de carne y hueso, de chatos con tapas de callos.
Los sondeos muestran el mapa, mientras que los taxis y los bares dan idea del territorio. Unos son lógicos, los otros emocionales. En función del grado de tensión del debate se imponen una u otra magnitud. Quien maneja el fuego impone el ámbito de decisión.
Errejón, que es a las madres de izquierdas lo que Rivera a las señoras que salen de misa, apuesta por una moderación y una amabilidad que encienden simpatías en los escaños ajenos. "Ojalá gane Vistalegre II o se afilie al PSOE", pues. Pero Iglesias, que es quien tiene a buen recaudo los fogones del partido, sabe que la llave maestra de la obediencia de su capilla, lo que le permite actuar impunemente diciendo lo uno y lo contrario sin que medie la transición del olvido, lo que le da pie -en definitiva- a colocar en el mercado de las ideas todo tipo de impostaciones, es una radicalidad a quemarropa.
El asunto es curioso porque ahora vuelve a la lucha de clases y al obrerismo y porque propone como modelo de movilización a los black panthers. Es fascinante que el producto elegido para convertirse en presidente de un país de parados educados en los paraísos artificiales de las clases medias sea una vuelta a las barricadas de nuestros abuelos y un referente cultural y racial extraño.
Leer los diez mandamientos de las panteras negras es acercarse a las motivaciones del Hogar Social: sólo hay que cambiar "negro" por "español". ¡Pero no importa, qué demonios! ¡Para qué la Alianza de Civilizaciones y Luther King, tan derechizados y pacíficos! Mientras quienes nunca votaríamos a Podemos preferimos a Errejón, al jefe del partido le sobra candela para ponerle capote y montera a Malcolm X.