En Cataluña brilla cegadora la tolerancia siempre y cuando no des motivos para que sus ciudadanos la tengan que poner en práctica. Cuando escribo esto aún faltan unas horas para que se estrene en la Universidad Autónoma de Barcelona el documental de Fran Jurado Disidentes. El precio de la discrepancia en la Cataluña nacionalista, pero ya se rumorea que los Mossos d’Esquadra van a tener que hacer acto de presencia para proteger a autores y espectadores de la tolerancia de aquellos catalanes que combaten la falsa idea de que en Cataluña se persigue y se acosa al disidente.
Que esa idea la combatan esos catalanes persiguiendo y acosando al disidente podría parecerle un quod erat demonstrandum del tamaño de un buque al espectador imparcial. Pero ese espectador imparcial andaría muy equivocado. Este es sólo uno más de los hechos diferenciales catalanes. Hay que ser muy catalán para entender que cuando un catalán te vocifera no te está vociferando sino tolerando y muy extremeño para entender lo contrario. Sólo falta que al estreno comparezcan los otros lumbreras, los del pollo y la cruz gamada y la cabeza de bolo, para que la UAB se confunda a simple vista con un club de debate de la universidad de Harvard.
A las universidades catalanas, en definitiva, hace tiempo que se les está poniendo cara de vecino de Alsasua. Lo de los vivas a Terra Lliure y lo de “fuera Mossos de la universidad” es un clásico de toda la vida de Dios. También lo de llamar “fascistas” a aquellos que quieren presentar un documental en el que se dice que en Cataluña te llaman “fascista” por querer hacer cosas como presentar un documental. Lo que ya no lo es tanto es el alegre silencio con el que se ha acabado implantando la idea de que todo aquel que discrepe de la idea de que Cataluña es un paraíso de la inclusión, el respeto y la paz social es un elemento subversivo al que acallar a berridos.
Una de las virtudes del nacionalismo catalán era que este era raramente violento. ¡Si hasta han tenido que fichar al extranjero Rufián a falta de cantera lo suficientemente macarra! Estoy hablando del plano estrictamente físico. En ese terreno el País Vasco siempre ha llevado la delantera y de ahí la envidia con la que se ha mirado en Cataluña a los independentistas vascos. Envidia que cuajó en los 40.000 votos catalanes que se llevó Herri Batasuna en las Elecciones Europeas de 1987. Sólo nueve días antes, casualidad de casualidades, de que el brazo armado de Herri Batasuna volara por los aires a 21 catalanes en un supermercado. De lo que ningún catalán podrá acusar a la Herri Batasuna de aquel entonces es de no cumplir su programa. En Barcelona desde luego lo cumplió a rajatabla, que para eso la votaron. A poco más de 1.900 votos nos salió el muerto.
Pero físicamente violento o no, me queda la duda de cuál es el plan B del Gobierno de la Generalitat para canalizar la frustración que ya está empezando a aflorar por el fracaso del proceso independentista. Que este no va a llegar a nada es ya vox populi entre las élites políticas y sociales catalanas. Falta que alguien se atreva a decírselo a sus votantes. Esos votantes tolerantes, pacíficos, siempre sosegados, que te preguntan educadatmente en la calle por las razones de tu escepticismo hacia el edén catalán. Que te insinúan que quizá tienes un problema. Que quizá seas un poco desagradecido. Sólo un poco. Quizás. A lo mejor. Que nunca jamás han visto a ningún catalán acosar a ningún discrepante. Que ellos eso no lo han vivido. Que quizá lo que te pasa a ti es que no te has fijado bien. Que cuánta agresividad la tuya. Que no es lo que dices sino tu tono, tan español, tan agresivo, tan de conquistador de las Américas. Que pruebes a decirlo más suave, a ver si así. Con lo bien que te han tratado ellos a pesar de ser “de fuera”. Hasta que se te ha ocurrido abrir la boca, claro.
Es esa catalana que le dice a Inés Arrimadas que la prueba de que en Cataluña no pasa nada es que una jerezana como ella, que sólo lleva diez años viviendo en Barcelona, ha logrado llegar a diputada y Jefa de la Oposición en el Parlamento catalán. Obviando que para llegar a diputada y Jefa de la Oposición en el Parlamento catalán a Inés Arrimadas no le hacen ninguna falta ni diez ni cincuenta ni medio año viviendo en Cataluña sino sólo los 35 que lleva siendo española.
Que te vayas a tu puto pueblo a tocar los cojones, vaya. Y cagando leches. Con la huella de la tolerancia catalana grabada a fuego en tu culo de paleta jerezana. Apa, bonica.