Mariano Rajoy no camina, Mariano va entre prados y ocas y freguesías a pesar de que le dan un 68% de nones inter pares -según el macrosondeo de SocioMétrica- con la certera prosa de Ana I. Gracia. Mariano persigue ocas por los prados gallegos en la foto que describo, y las ocas le huyen como las ideologías y los primeros ministros de Europa, pero él lo cuelga en tuiter como buen paisano.
Mariano devora kilómetros en ese deporte que no es deporte, sino un entrañable ocio aldeano. Como un jubilado camina raudo por los prados gallegos. Y es ahí donde vemos la esencia de Rajoy: huir triunfando y sonriendo a una oca, o a tres, que le huyen.
Rajoy va por el bosque animado con un pijama/chándal de baratillo. Gris claro tirando a transparente marrón. Como el tiempo que quiere venir y no arranca. Rajoy es un hombre entrañable al que mi amigo Pepe Mota le da una dignidad que probablemente non haiga. Habría que preguntarse cuál es el mensaje que manda un señor teñido que camina por Ponte Arnelas con unas ocas en la delantera.
Rajoy entre ocas, sí, en el juego de las ocas que viene siendo nuestra patria. España en el pozo, y Rajoy en el pazo. Y así de aquí a la eternidad o que prescriba.
La foto es del martes del mes que entra, pero Mariano Rajoy es un hombre de siempre, como el hombre del casino de Antonio Machado. La foto quizá transmita un mensaje transeuropeo de calma ante el miedo. Y las ocas. Allá huyendo en paisaje en el que se disipa la niebla. Y el miedo es un patrimonio del alma, y el alma es del contribuyente.
Lo malo del Partido Popular en la era Rajoy es que el canguelo se ha transmutado en el día a día, y ahora es el partido que más se parece a España; concretamente a la España del Prenda y de Tardà, y de Otegui y de Calatrava.
Mariano Rajoy lleva el maillot amarillo de la caraja. Aguanta como Indurain pero sin atacar. El milenio que viene, Mariano será el viudo de España.
La foto es Rajoy haciendo senderismo en llano y en Galicia. Una metáfora de lo que seremos.