En el zurrón sentimental del sábado noche, este país ha visto y guardado mucho frame antes de Marhuenda. Ha visto demasiado; ha visto encenderse al Padre Apeles en éxtasis televisivo, ha visto el merengue calentorro de las Mama Chichos, a Emilio Aragón volviéndose un renacentista lacio o un lacio renacentista, menos fofito y más prime time. VIP noche.
Por el sábado noche las autonómicas daban una película erótica en la lengua vehicular del Estado; había que cambiar de canal, y en una de las privadas Sardá convocaba a una fauna gritona en un teatro, donde parecía que debatían Rahola, el propio Padre Apeles, y todo acababa cuando Javier Nart sacaba su ristra de batallitas del Chad y dejaba a la Rahola -prócer del prusés- in albis, con esa vocecilla ronca de Rahola cuando se pone digna y decir, dice poco. Claro que todo esto sería en la prehistoria de las tertulias, de esa televisión hoy liberada de formatos y hasta de vergüenza. De modo que antes de que Pablo Iglesias viviera en el televisor, veíamos por decreto el pataje incorrupto de Norma Duval con una copa de champán en la mano y medio muslo al aire de Prado del Rey. Quizá por aquel entonces el viejo Lara aún vendiera enciclopedias y otros derivados encuadernados: algunos excelentes, otros regulares y otros sinceramente truños.
Y así fue pasando el tiempo del telespañolito de sábado, que diría Sabina. Y muchos años más tarde llegó el arreón, La Sexta con sus luces, el despertar de los tertulianos espídicos; una caterva de niños resabiados, con la prosodia de la SER en lo más profundo de la glotis y una corbatita fina descubriéndonos el Watergate que les interesaba. Entre la TDT y el RT. El hombre televisivo en este país pasó de las entrevista de Soler Serrano a la entrevista en profundidad a Revilla, que salía más barato y te garantizaba barbaridades simpáticas y anchoas. Y todo con periodistas jóvenes, corbatita fina al cuello (reitero). Un circo de tertulianos, Marhuenda con su defensa numantina de Rajoy, y la tertulia de La Sexta por el sábado noche, con más bombillas que un casino de Las Vegas. Adivinábamos a Marhuenda falsamente acorralado, feliz en su(s) papel(otes) y negando hasta el sentido común.
Es y fue un tiempo muy feliz. La era de la multiplicación de las tertulias y las portadas, y el periódico que le iba saliendo a Marhuenda desde la tablet y entre secreteos y órdenes de arriba. Y más allá del sábado, el domingo, con Évole haciéndonos sentir mal, su voz meliflua y cierta equidistancia buenrollista con Otegi y similares.
Hoy el señor de las tinieblas nos quiere tuertos y mancos, ciegos y callados, escarbadores de cebollinos. Y aquí que seguiremos con la fuerza de un león que ruge las verdades. Porque Telesoraya SL no nos callará las verdades de la charca, sus mensajitos y sus voceros.
Porque hoy me duele unamunianamente esta España donde se corren los fiscales y los tertulianos se imponen por decreto.