Facebook anuncia una decisión largamente esperada: como parte de su cruzada en defensa de la información de calidad y contra las noticias falsas, su algoritmo comenzará a enterrar el contenido procedente de páginas calificadas como de baja calidad: titulares de tipo clickbait que conducen a información decepcionante, sensacionalismo, amarillismo, desinformación o publicidad molesta.
La definición concreta que la compañía aplica a este tipo de sitios basura es la de “páginas que contienen poco contenido sustantivo, cubiertas de anuncios molestos, excesivamente impactantes o maliciosos”. Una tendencia desgraciada, que proviene en realidad de una interpretación cortoplacista de lo que se creía importante en otro algoritmo: el de Google.
Durante años, el algoritmo de Google utilizó las redes sociales como una aproximación a la relevancia: un contenido relevante era aquel que generaba una gran cantidad de reacciones como likes, comentarios, compartidos, retweets, etc. En su momento, la idea inicial del algoritmo de Google, derivada del conocido citation index del mundo académico que lleva funcionando desde el siglo XII, era la de tratar los enlaces externos como métrica de popularidad: si un contenido era muy enlazado, se suponía relevante.
Con la evolución de la web y la búsqueda de métricas de relevancia más rápidas (enlazar desde una página web conlleva cierto tiempo y esfuerzo, y el porcentaje de usuarios que lo hacía de forma sistemática no era tan elevado), Google pasó a fijarse mayoritariamente en la nueva fuente de enlaces: las redes sociales. Al contrario de lo que ocurría en las páginas web, construir un enlace en las redes sociales era prácticamente instantáneo, y eso permitía ofrecer métricas de relevancia prácticamente en tiempo real.
Sin embargo, algo falló en esa supuesta democratización: al basarse todo en una métrica que no conllevaba esfuerzo ni prácticamente racionalidad alguna, dejamos de medir relevancia y empezamos a medir otras cosas: sensacionalismo, amarillismo... tendencias que han acompañado a la creación de información desde la noche de los tiempos. Posiblemente, parte de la naturaleza humana... pero no una parte que deba fomentarse.
Con el cambio, Facebook abre una cruzada contra las páginas basura: si la estrategia de una página es buscar tráfico a toda costa y para ello no duda en titular de manera engañosa, en darse al más burdo sensacionalismo o en molestar a sus lectores para ganar más con formatos de publicidad inaceptables, su cortoplacismo la hará desaparecer de la vista de los usuarios de la red social, convertida hoy en uno de los principales generadores de tráfico de toda la web.
Ya era hora. Llegó el momento de sacar la basura.