Dice Montano:
Los militantes del PSOE, maleducados
por los dirigentes que hoy están contra Sánchez,
votarán a Sánchez.
El análisis del PSOE actual cabe, efectivamente, en un haiku.
Que aproximadamente el 45% de los militantes del PSOE estén dispuestos a suicidar el partido por su odio hacia el PP de Rajoy votando a Pedro Sánchez, un especialista en perder elecciones y demoler suelos electorales a cornadas, es como descerrajarse un tiro en la cabeza por el grano que te acaba de salir en la nariz. Que otro 45% de los militantes del PSOE estén dispuestos a disolver el partido en el magma de pereza, incapacidad y mediocridad que caracteriza la rama andaluza del socialismo español es como quedarse con esa novia del instituto con la que ya no tienes nada en común por miedo a la etapa de soltería forzosa posterior.
El del 10%, Patxi López, parece Klemens von Metternich al lado de sus dos rivales y eso lo dice todo de él y de ellos.
Los socialistas deberían habérselo pensado hace años. Por ejemplo antes de jalear y aupar al poder al político más nefasto de la historia de la democracia española. No deben de ser pocos, de hecho, los socialistas que hoy borrarían a Zapatero de la historia de su partido como en esas películas de viajes en el tiempo en las que una leve alteración del pasado provoca cambios dramáticos en el presente.
Porque fue Zapatero el que extendió la alfombra roja ideológica para el aterrizaje en España del Podemos de Pablo Iglesias. Y también fue Zapatero el que corrigió el rumbo del PSOE alejándolo de su principal apoyo mediático (una PRISA con más sentido de Estado, a pesar de todos sus errores, que muchos de los advenedizos que aspiran a ocupar su trono) y acercándolo a la cadena de TV y los medios de prensa que más han brillado a la hora de ridiculizar, despreciar y fustigar al PSOE: La Sexta, Público, eldiario.es y demás órganos de propaganda del populismo podemita.
Pero, sobre todo, fue Zapatero el que convirtió al PSOE en el partido irrelevante y condenado a la pasokización que es hoy. Un partido dividido entre el revanchismo adolescente encarnado por Pedro Sánchez, ese submarino de Podemos y del nacionalismo xenófobo en el PSOE (“la nación es un sentimiento”: claro, y el nacionalsocialismo también lo era), y el caciquismo corrupto del PSOE andaluz de Susana Díaz (“no mientas, cariño”).
Borrando a Zapatero de la ecuación quizá el PSOE andaría hoy liderado por un personaje competente escogido por sus méritos y no por primarias, que es el martillo que las organizaciones en fase de decadencia cainita le entregan a los más fanáticos y neuróticos de sus seguidores, es decir a los militantes de base, para que le aticen con todas sus fuerzas al hombre de paja que más rabie les dé.
Los militantes socialistas se van a dar el gusto de atizarle este domingo un martillazo a los hombres de paja de Rajoy, de los fachas, de Franco, del capitalismo, del neoliberalismo y de Donald Trump en el culo de su propio partido. El PP y Podemos recibirán el resultado de las primarias, sea quien sea su ganador, como lo que es: un empujón hacia el poder. En el caso del PP, el poder que da ser el partido hegemónico de Gobierno. En el caso de Podemos, el poder que da ser la fuerza hegemónica de la izquierda.
Alguien debería explicarle al PSOE lo que le ocurrió al socialista Benoît Hamon cuando intentó convertirse en una fotocopia del populista de izquierdas Mélenchon.