No puedo resistirme a la pecaminosa tentación de dar continuidad al artículo publicado la semana pasada en este mismo espacio sobre los prejuicios hacia la homosexualidad y la orgullosa respuesta de quienes son homosexuales y no se avergüenzan de serlo. Sin olvidar el sufrimiento de quienes lo son y se avergüenzan de serlo, asustados e incapaces de sobreponerse a la presión social a la que están sometidos.
Las libertades sexuales nunca han estado bien vistas, y ello por muchas razones. Visto lo visto, sufrido lo sufrido, casi todo podría resumirse de este modo: lo que se hace sólo por gusto está mal hecho. Aunque en la antigüedad hubo momentos y lugares donde se toleraron ciertas prácticas, fue durante la Edad Media europea y cristiana cuando se inició una verdadera persecución contra los homosexuales.
Los sodomitas ocuparon el primer puesto en la prolija lista de “pecados nefandos”, entre los que también se encontraban la masturbación, cualquier postura que no fuera la del misionero y, por supuesto, el sexo oral. En definitiva, estaba prohibido no plantar semilla, omisión que ponía en peligro la creación divina. ¿Para qué tocarse, acariciarse, besarse, lamerse o comerse, si eso sólo tenía por objeto la felicidad? ¿Acaso es la felicidad un objetivo a alcanzar? ¿No es este un valle de lágrimas y como tal hay que vivirlo? Ya gozarás en el paraíso. Si te lo mereces.
Ha pasado el tiempo, siempre pasa. En algunas partes del mundo, o mejor dicho, en ciertos sectores de las actuales sociedades, parecen haberse superado esas épocas de oscurantismo represor. Sin embargo, la mayor parte del planeta sigue sumergida en turbias aguas donde prevalecen y prosperan plagas de supersticiones de mordedura contagiosa, arsenales de mentiras pueriles. Algunas de ellas pueden parecer tan ridículas que hasta nos hacen reír. Pero lo que provocan, sobre todo, es mucho daño.
Un alcalde indonesio declaró en un seminario sobre el embarazo que las sopas instantáneas son las culpables de que nazcan homosexuales. Se ve que en Indonesia, los alcaldes ostentan la auctoritas no sólo en asuntos municipales, sino también tocológicos y sobre las sopas de sobre.
Al otro lado del Pacífico, Evo Morales afirmó en una campaña contra los alimentos transgénicos que cuando los varones comen pollos hormonados tienen desviaciones indeseadas en su sexualidad, y de ahí el extraordinario crecimiento de la comunidad LGTBI+. Parece ser que este fenómeno es parejo al de la soja, que no sólo te convierte en mariquita, sino que además reduce el tamaño de tu pene y el poncho te acaba quedando grande.
Pero estas cosas no suceden sólo en países donde la metafísica aún no ha sido relegada por el paso firme de la ciencia. En Texas, un doctor en medicina tuvo el arrojo de afirmar por televisión que escuchar las canciones de Adele podía volverte gay. Y en un Centro de Atención Primaria de Breda, en Gerona, un médico visitó a un neonato y le recetó unos antitérmicos orales, ya que a su juicio la inserción de supositorios puede plantar la semilla (ahora sí) de un sinfín de perversiones.
Hay más, esto es un no parar. Hace pocos años, una empresa de Toronto creó las pastillas 'Gay Away' con sabor a pene. Tal cual. Tenían forma de golosina y se vendían en farmacias de Canadá y Estados Unidos. Tuvieron que retirarlas después de que un padre pusiera el grito en el cielo cuando las descubrió en la mochila de su hija de 12 años, que tenía miedo de ser lesbiana (será que las grageas actuaban en doble dirección). En el prospecto se leía: “Si transcurrido este tiempo la carne flaquea y todavía te gusta llamar a la puerta de atrás, aumenta la dosis a 4 pastillas diarias.”
Tampoco podemos olvidarnos de los rusos, ahora más conocidos por su homofobia que por el Bolshoi. En 2014, el doctor Dimitri Yusrokov Slamini, del Instituto Ruso de Ciencia Médica, desarrolló una vacuna para prevenir los síntomas de la homosexualidad, basada en una serie de inyecciones de testosterona. Según este médico, la inmunización es infalible siempre y cuando se aplique a temprana edad. Al parecer, el Ministerio de Sanidad de Putin estudia la inclusión de esta terapia preventiva en los programas oficiales de vacunas, en tanto China, Irán y Arabia Saudí ya han mostrado su interés en el temita.
Yo prefiero contribuir a estas cuestiones con una modesta y bien diferente proposición: que todos aquellos que incurramos en pecados nefandos, y me incluyo orgullosamente en la nómina, persistamos alegremente en nuestro afán. Al fin y al cabo, ¿hay algo más triste que ver cómo pasa la vida sin haberlos cometido?