“¿Qué hacer?” es una pregunta que algunos no sabemos responder. A partir de ahí hemos tenido la precaución de no ser políticos, y eso tal vez sea lo mejor que hayamos hecho. Ni siquiera hemos dado en tertulianos o taxistas. Nuestros análisis o comentarios de la actualidad siempre se quedan colgados, o frenados, en el mismo estupor: “Bien, y a partir de todo esto, ¿qué hacer?”. Son análisis que acaban en parálisis. Puede que padezcamos, además de una cierta inoperancia congénita, la superstición de que toda acción es demoníaca. No logramos reponernos de que con demasiada frecuencia la respuesta a esa pregunta haya acabado en escabechina. Sin ir más lejos, Lenin, que la respondió en su célebre libro titulado así: ¿Qué hacer?
Con el endiablado asunto catalán yo francamente no sé qué hacer. Sé lo que pasa y sé quiénes son los culpables (porque hay unos culpables; unos y no otros: con un notable grado de bellaquería). ¿Pero qué hacer? ¿Qué hacer con ellos? Casi se podría utilizar la expresión coloquial de cuando se da a alguien por imposible: “¿Qué vamos a hacer contigo?”. Curiosamente, este dar por imposible tiene que ver tanto con lo que ese alguien ha hecho como con lo que ha dicho. Esto último suele pertenecer al género del no entrar en razón, por un uso fraudulento del lenguaje.
El president Carles Puigdemont (Putschdemont para los amigos) es un golpista al que no se le cae la palabra “democracia” de la boca y que no deja de llamar “antidemócratas” a los demócratas. ¿Qué hacer con él? El otro día Lluís Llach (la Estrellita Castro del independentismo), que había amenazado hace nada a los funcionarios catalanes, escribió: “El govern espanyol amenaça els ajuntaments amb accions judicials”. Y Puigdemont fue más allá: “Han declarat l’estat d’amenaça”. Y así una y otra vez: mentiras, infamias, más mentiras, más infamias... Con muchos asintiendo y aplaudiendo. ¿Qué vamos a hacer con todos ellos? ¿Qué se puede hacer?
Mariano Rajoy, un presidente que parece aquejado también del estupor del hacer, de momento no hace nada. Yo no sé qué hacer, pero me parece que él sí debería hacer algo... ¿Aplicar el artículo 155 de la Constitución? No lo sé. En principio sí, claro. ¿Pero qué pasaría? ¿Mejoraría la situación? ¡No lo sé!
Por otra parte, no estoy seguro de si Rajoy no ha hecho bien no haciendo nada en todo este tiempo. Su pasividad, al menos, tiene la utilidad de ser una especie de experimento sociológico, o politológico: ¿qué pasa si en una situación así no se hace nada? Lo que ha pasado es que los independentistas están como locos, diciendo ellos mismos todo lo que Rajoy está haciendo cuando no está haciendo nada. Proyectando lo que son: unos tipos de cuidado, con los que no sabemos qué hacer.