Confunden el poder ejecutivo con el partido político de turno, la autonomía con la soberanía y el Estado de Derecho con un estado de opresión. Confunden una manifestación con una masa de acoso (ver Elias Canetti). Confunden el paisaje con un ser volitivo, la ignorancia de la ley con la libertad, la parte con el todo y el culo con las témporas.
Confunden un partido con una partida, el Derecho con la voluntad del líder, gobernar con echar alpiste a sus pájaros, el presupuesto con el “por supuesto”, las concesiones con su negocio, el tres por ciento con el patriotismo, la información con la propaganda, los medios públicos con el órgano oficial de su partido y la velocidad con el tocino.
Confunden a terroristas con pacifistas, la reivindicación con el señalamiento, la bandera oficial con un distintivo partidario, la Constitución con un corsé y el Estatuto con un recetario prescindible. Confunden mayoría con minoría, elecciones con plebiscitos, plebiscitos con manifestaciones y estas con la voluntad del pueblo. Confunden la promesa con la amenaza, la discrepancia con la traición y la disidencia con una canallada imperdonable.
Confunden los colegios con centros de reclutamiento, el conocimiento con las consignas, el aprendizaje con el lavado de cerebro y la formación con la inoculación de odio. Confunden sus amenazas con sonrisas y sus hostigamientos con fiestas populares. Confunden el duelo público tras un atentado con la ocasión de fijar su monotema. El dolor con una oportunidad. Confunden a los jueces con la policía, a los jueces con el gobierno, a los jueces con el Ministerio del Interior.
Confunden las consejerías con su casa, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad con okupas, los okupas con héroes, las fachadas de los ayuntamientos con un mural para pósits, la diplomacia con el lobbismo privado y la acción exterior con la organización de campañas internacionales de desprestigio contra una democracia homologada con las principales del mundo. Y lo que es peor, confunden el cristianismo con el nacionalismo y el catalán con una ideología.
Confunden la contenida disciplina de los guardias civiles con la debilidad, el código penal con un libro que no les atañe, el destrozo de vehículos policiales con una juerga, el asedio durante toda una noche a uniformados y funcionarios judiciales con la prueba de que podrán seguir haciendo lo que les venga en gana. Confunden la grave sedición con una broma y la gravísima rebelión con la consumación de su ilusión supremacista. Los dioses ciegan a quienes quieren perder.