— Que no pasa nada, hombre, que esto es Cataluña. Un pedazo de la Europa libre despejada y feliz que, por esos caprichos de la geografía, fue a caer por debajo de los Pirineos. Fíjate, membrillo, en nuestras tertulias, todo educación, alguna ocasional discrepancia gentil, buenas maneras, y ahora compáralas con las carnicerías televisivas de los debates madrileños. No aprende la Castilla miserable, ayer dominadora, tralará, que desprecia cuanto ignora. Y cuando nos disponemos al acto democrático por excelencia, que es votar para decidir nuestro futuro, un derecho de todos los pueblos, nos enviáis a la Policía Nacional ¡y a la Guardia Civil! ¡Con el alma de charol vienen por la carretera! Vuestra violencia contra un acto alegre y festivo la ha visto el mundo entero, que las redes son la inmediatez y no hay quien las manipule.
— En realidad, querido vecino, la manipulación en las redes de vuestra fiesta (un golpe institucional en toda regla) es solo comparable a la habida en la campaña electoral de Trump, a la que intentó el asesinato civil de Macron en las presidenciales francesas para servirle la victoria a la extrema derecha xenófoba, a la que consiguió que triunfara el brexit en una orgía de bots, mentiras y supremacismo. ¿Y por qué se parecen tanto esas nauseabundas campañas de intoxicación a la que ha promovido la Generalidad? Porque los autores son los mismos rusos —y siervos informáticos de rusos— empeñados en destruir el proyecto europeo desde que la UE metió sus narices y sus valores en el asunto de Ucrania.
Pero ya puestos, quédate con la copla: vosotros, supremacistas insolidarios, os habéis creído que sois la medida de la democracia; que basta que algo sea obra vuestra para que sea legítimo, que es suficiente que se os haya ocurrido a vosotros para que venga bendecido por los valores civiles. Y no. En realidad, lleváis varias décadas cayendo en la ideología más destructiva e irracional que ha parido la humanidad: la ideología nacionalista, que va enfrentando a vecindarios, amigos y familias y los lleva a matarse en última instancia.
Lo que creéis un ejercicio de libertad es un golpe contra las leyes que consagran y garantizan la libertad. Lo que llamáis opresión o sumisión es la era más larga de autogobierno de la que ha gozado jamás el ente “Cataluña”. Lo que tomáis por un proyecto ilusionante a punto de culminar se traduce en el actual desmembramiento de una sociedad. Felicidades por la gincana.