Este martes Albert Boadella le toma la delantera al procés. Un día antes de la constitución del nuevo parlamento catalán, el dramaturgo será investido presidente en el exilio de Tabarnia. Por vía telemática, como exigen los nuevos protocolos delirantes. Si Puigdemont termina haciéndolo así también, será ya una parodia de su parodia. La realidad catalanista se ha convertido en eso: en un espejo deformante de monigotes ya deformados. Valle-Inclán se hubiera deprimido al ver lo inocentones que resultaban en comparación sus esperpentos.
El propio Boadella ha debido de sentir algo parecido en estos años. Las salvajadas de su Ubú president quedaron muy disminuidas cuando salieron las verdades de los Pujol. Y todo lo ocurrido desde que Artur Mas apareció como Moisés hasta las andanzas por Bélgica de Puigdemont, en plan quinto beatle con algo de Raphael, ha rebasado todo lo que podría habérsele ocurrido al fundador de Els Joglars. Ahora al fin reacciona y se pone a la altura de los acontecimientos. El clima ya era propicio gracias a la contraofensiva de los carnavales de Cádiz.
Hace muchos meses, al ver por qué territorios tan alucinantes se iba metiendo el procés, que se confiaba en los carnavales de Cádiz para que dieran la respuesta a medida de lo que estaba pasando en Cataluña. Recuerdo, por ejemplo, un artículo de Andrés Trapiello. Los gaditanos han dado el campanazo el primer día, con la chirigota de la decapitación de Puigdemont. Y ante los nervios de los envarados nacionalistas, han advertido que los carnavales no han hecho más que empezar...
El otro gran respiradero, o aliviadero, ha sido lo que se ha montado con Tabarnia, que nos ha hecho felices durante estas últimas semanas. Como se ha dicho, más que la broma en sí, ha sido glorioso ver a los independentistas enredados en su propio reflejo: combatiendo a unos fantasmas que eran calcaditos a ellos. La presidencia telemática de Boadella va a ser la guinda de este jocoso pastel.
La contestación humorística ha sido la adecuada, porque, como dijo Cioran, las religiones y las ideologías son ante todo cruzadas contra el humor. El humor descoloca a estos angelitos, que encima quieren que no nos riamos de ellos. Pero, además del disfrute que nos proporcionan, con nuestras risas les prestamos a ellos un servicio psiquiátrico. Como un primerísimo paso hacia la salud mental, es bueno que perciban que fuera de su burbuja de acero, más allá del búnker acorazado de sus delirios patrióticos, lo que hay son... risas.