Pedro Sánchez lleva una relación complicada con lo que va por el aire: primero fue el helicóptero Moncloa-Torrejón, luego la foto con las gafas de top gun dentro del Falcon, y ahora pide que le preparen un vuelo oficial para ir a un festival veraniego del que es asiduo.
Si en algo ha mejorado esta España nuestra es en las comunicaciones. Las autovías están más que pasables, hay bastantes autopistas y, a menos que vivas en el norte o en Extremadura, la red ferroviaria ofrece estupendas conexiones con las principales ciudades del país.
Pues a Pedro Sánchez parece que no le llega, y por eso se fue en el avión oficial a un concierto de rock. Es cierto que se buscó una coartada: una reunión tan rápida con Ximo Puig y una visita tan fugaz al Ayuntamiento de Castellón que uno acaba por pensar que la vida por allí es tan de color de rosa que en media hora se solventan los problemas.
No cuela, presidente. Usted quería ir a ver a los Killer (yo también, ojo) y encontró más conveniente tomar el avión a la puerta de casa que hacer el viaje como todo hijo de vecino. Que no digo yo que vaya en bici o en un Seiscientos sin climatizar, pero entre eso y la versión cañí del Air Force One hay dignísimos términos medios.
Me extraña que nadie de su equipo de asesores –esos que le hacen fotos corriendo con el perro o sacan primeros planos de sus manos firmes y seguras– le haya advertido de que hay en su gesto un aire intolerable de nuevo rico, un modus operandi de reyezuelo, un aire de señorito cortijero, de cacique de nuevo cuño.
Dejando aparte la completa paletada que supone lo del avión privado, ese vuelo oficial cuesta una pasta cada vez que se mueve, y lanza al aire tal cantidad de emisiones contaminantes que me extraña que Teresa Ribera no le haya echado una bronca de aquí te espero.
Como me temo que el inquilino temporal de la Moncloa no lo tiene claro (y su gente tampoco) habría que aclararle que el avión presidencial se utiliza para viajes oficiales o para asuntos de fuerza mayor entre los que no creo que se encuentre hacerse una foto en el Ayuntamiento de Castellón o aullar lo de “Are we humans or are we dancers” luciendo sonrisa en la zona vip del FIB.
Hacer mal empleo de los recursos aparejados a la Presidencia del gobierno es una pedorreta a todos los que creyeron que el PSOE venía con buenas intenciones. Y que Sánchez abuse de los medios que los españoles ponemos a su alcance para hacer su trabajo supone una burla a quienes le pagamos el sueldo.