Ha tenido que llegar Begoña Gómez a la Moncloa para que el viejo Instituto de Empresa -hoy, IE Business School- reparase en sus capacidades ejecutivas. La esposa del presidente del Gobierno ha sido contratada para dirigir un centro dedicado al liderazgo y el emprendimiento en África, ahora precisamente que el Gobierno ha descubierto el Continente Negro.
Todo son felices casualidades. Como anunciar la cosa un 8 de agosto, cuando los españoles andan pendientes de buscar hielo para el tinto de verano y los fichajes que de verdad interesan son los de Courtois y Batshuayi.
Decían que el Gobierno de Sánchez iba a ser de gestos, pero el mercado laboral no había sufrido un terremoto similar desde tiempos de Licinio de la Fuente. Hay más ministros que nunca, más directores generales que nunca, más asesores que nunca... y todo para esa legislaturilla convenida para echar a Rajoy y convocar elecciones. Un exceso. Como llamar a los geo para desinfectar la casa. O como coger un Falcon para irte de concierto.
Mientras Isabel Celaá se propone menguar la concertada para imponer la pública, Begoña Gómez se labra el futuro en una escuela de negocios donde el curso de andar por casa no te cuesta menos de 20.000 machacantes. Pero se puede elegir: también los hay de 40.000. Eso sí, tengo entendido que no hay crucifijos en las aulas.
Cobre lo que cobre la esposa del presidente me parecerá barato. La campaña de publicidad para el IE es estratosférica. Ahora bien, el negocio no me parece tan bueno para Pedro Sánchez. Qué poco ha tardado en tener su particular chalé de Galapagar, a lo Pablo Iglesias. Y qué difícil tiene que resultar ser de izquierdas. Aunque a veces baste con parecerlo.