Ricardo Pachón era un abogado sevillano aburrido de su oficio que acabó reconvertido en productor, entre muchos otros discos míticos del flamenco, de La leyenda del tiempo, el mejor disco de Camarón. Pachón fue también uno de los muchos amigos del mítico Tío Jorge, el último patriarca gitano de Sevilla. Como amigo del Tío Jorge, Pachón, apodado El Viejales, podía dejar el coche abierto para emborracharse en las Tres Mil Viviendas sin que nadie se atreviera a robarle la radio. Una hazaña por aquel entonces.
Ese viejo orden gitano, que había resistido durante siglos racismos, demonizaciones y hasta dictaduras, se desintegró como el Hindenburg con la llegada a los barrios marginales sevillanos de un nuevo producto farmacológico: la heroína. "Mira, ni Tío Jorge ni nada, ten cuidado que aquí ya me roban hasta a mí", le dijo Pachón al guitarrista Raimundo Amador cuando el caballo ya se había enseñoreado de los viejos enclaves gitanos.
Ayer, dos jóvenes yonquis del populismo intentaron robarle la radio a ese viejo patriarca llamado José María Aznar. Lo de menos es si lo lograron y si el viejo patriarca se merecía o no el robo. A fin de cuentas, ¿a quién le importa la radio de Aznar cuando es el barrio entero de la democracia el que se está desmoronando? Los viejos patriarcas ya no inspiran respeto ni a derecha ni a izquierda, su memoria es pisoteada con razón y sin ella, y los jóvenes que pretenden sustituirles son ridiculizados por toxicómanos desahuciados de los que en unos años apenas recordaremos sus peores navazajos.
A principios de los años 90, los viejos patriarcas gitanos se lanzaron a una campaña chabola a chabola para concienciar a los gitanos jóvenes contra la droga. Como cuenta Francisco Peregil en su libro Camarón de la Isla. El dolor de un príncipe, sólo les hicieron caso sus hijos. Y a algunos, ni siquiera sus hijos. La cultura gitana había muerto hacía tiempo arrasada por el jaco y de sus cenizas apenas se ocupaban, de tanto en cuanto, los suplementos de cultura de diarios cada vez menos leídos.
A la vieja democracia burguesa se le está acabando el tiempo y cada vez falta menos para que el jaco del populismo, que ya ha convertido en ruinas humanas e intelectuales los enclaves más débiles, los de la extrema izquierda y el nacionalismo, acabe arrasando también los barrios del centro-derecha y el centro-izquierda. Este último es, de momento, el más amenazado. La primera dosis, la que te regalan para que te enganches gracias a su extrema pureza, fue la de Rodríguez Zapatero. El producto de Pedro Sánchez es menos puro y ya no sale gratis. Pero a la vista está que su potencial adictivo es similar.