"Inepta e ignorante, no sabe de economía, no sabe de inversiones, no sabe de nada, debe de añorar su pueblo" dijo el miércoles Núria de Gispert de Inés Arrimadas.
Miquel Iceta le reprochó su "poca elegancia".
Jaume Asens, mano derecha de Ada Colau, le atribuyó "odio persistente".
Un tal Lourido, de las JNC (las juventudes de Convergència), la llamó "macarra, fascista y ultranacionalista".
Albano Dante Fachin añadió que la líder de Cs es "deplorable", aunque, magnánimo, instó luego a entender "por qué la votan muchos de nuestros vecinos, compañeros de trabajo y amigos" como quien intenta comprender los mecanismos de replicación de un virus para poder erradicarlo después.
Cuando, el pasado lunes, Arrimadas tuvo que salir del Parlamento autonómico catalán escoltada frente a una masa de cientos de radicales que intentaban irrumpir a hostias en el edificio, Enric López Jurado, del PSC, la llamó "intoxicadora". También la acusó de "hacer teatro".
Rubén Wagensberg, diputado de ERC en el Parlamento regional catalán, divulgó la paparrucha más exitosa de la jornada: la de que Arrimadas había esperado "al momento álgido de la manifestación" para salir del Parlamento y "montar el show". Luego la llamó "mierda" y la comparó (a ella y a Albert Boadella) con los nazis, aunque no le alcanzó el valor para escribirlo explícitamente.
La misma _______ son. pic.twitter.com/wq3v6NP4qL
— Ruben Wagensberg (@wagensberg) 3 de octubre de 2018
Si hay algo que en estos momentos une a los nacionalistas catalanes con el PSOE, más incluso que la imposición del catalán en las escuelas, es el odio a Inés Arrimadas. Un odio transversal, sin barreras ideológicas, de sexo o de edad, compartido también por aquellos que, como Pablo Echenique o Juan Carlos Monedero, creen poder servirse del nacionalismo como ariete contra el Estado de derecho, uno de esos viejos vicios comunistas que suelen dejar tierra quemada y naciones fracasadas a su espalda.
Lo llamativo es la precisión con la que los periódicos insultos a la de Cs, convertidos ya en el mínimo común denominador de la escena política catalana, reflejan los complejos, las neurosis y las perturbaciones morales de aquel que los pronuncia.
La hispanohablante y descendiente de un rico empresario catalán Núria de Gispert, de la que no se conoce mérito profesional alguno más allá de los dos años que ejerció de abogada allá por el 71, mandando a Arrimadas de vuelta a Cádiz al grito de "ignorante".
O Miquel Iceta, ridiculizado a diario por el régimen nacionalista por gay, por ancho de huesos y por sandunguero ("burbujita bailarina, ventosidad en la bañera, tufo putrefacto" dijo de él Toni Albà hace sólo unos meses; "ignorante y demagogo con los esfínteres dilatados" lo llamó el profesor de la Universidad de Barcelona Jordi Borrell), calificando de "poco elegante" a una Arrimadas a la que, salvo error u omisión por mi parte, no se le conoce una palabra más alta que otra sobre la vida personal o la apariencia física de sus rivales políticos.
O Jaume Asens, abogado defensor de Rodrigo Lanza, el antisistema acusado del asesinato de Víctor Laínez, el mismo Lanza que pasó cinco años en prisión por dejar tetrapléjico a un guardia urbano de una pedrada, acusando de "odio" a la líder de Ciudadanos.
O Lourido, miembro de las juventudes del PDeCAT, un partido abierta y desacomplejadamente racista nacido con el objetivo de ocultar la corrupción de la Convergència de Jordi Pujol y de Macià Alavedra, el partido del 3% y de los casos Adigsa, Palau, Banca Catalana, Fundación, ITV, Pallerols y un largo, larguísimo, colosal etcétera, llamando "macarra, fascista y ultranacionalista" a Arrimadas.
O Albano Dante Fachin, nada más y nada menos que Albano Dante Fachin, el catalanista de Bahía Blanca (Argentina), demostrándose incapaz de comprender cómo pueden los catalanes votar a una jerezana, siendo tan diferentes los unos de la otra.
O Enric López Jurado, ilustre desconocido del Parlamento catalán, miembro del partido que más ha trabajado para legitimar y extender el racismo nacionalista en Cataluña, llamando "intoxicadora" a Arrimadas.
O Ruben Wagensberg, impulsor de la campaña Nuestra casa, vuestra casa y de la manifestación Queremos acoger, difundiendo fake news para un público adicto a ellas. ¿A quién, exactamente, querrá acoger Ruben, ese turista del ideal a cargo del presupuesto del Estado español? Desde luego no a esa "mierda" de jerezana que ha sido capaz de lograr aquello que su partido no ha conseguido en cuarenta años de democracia. Ganar unas elecciones autonómicas.
La líder de Cs va camino de convertirse en un cuadro de Dorian Gray inverso: uno que se niega a comerse la podredumbre moral de los que se plantan frente a ella con la esperanza de librarse de su propia fealdad ideológica. Entenderán la metáfora, y la visualizarán claramente, quienes hayan leído la novela.