El PSOE siempre distorsionó el ruido ambiental de Andalucía. El espectro socialista agarró fuerte en la tierra trabajada: los olivos hablan con el asento felipista, ese seseo de la globalización, contagiados a golpe de hacha en la sierpe. El obrero cansado, abatido, descuadernado a los pies de los milenios susurra al olivo sus males, que absorbe por el goteo de la savia el ideario de Canal Sur. Eso lo sé yo porque lo he hecho: tras una mañana de trabajo en el campo uno entrega hasta el carnet del videoclub a esas raíces tan duras. No hay madrugones bien pagados.
Por eso, los tractoristas, los aceituneros y algunos propietarios temieron siempre la venida del fascismo y luchaban contra él a diario en sus fantasías, como si fuera a adelantarles el despertador. La Junta engordó el mito invirtiendo en los jubilados y en los jóvenes las vueltas de los lupanares. A ellos les daba comidas gratis en los hogares del pensionista y a nosotros desayunos molineros, una partitura del himno y edificios vacíos y siniestros llamados presuntuosamente ludotecas. Las generaciones que se iban y las que llegaban mantuvieron ese nacionalismo andaluz de baja intensidad creando la rueda del escaño perpetuo: si moría un votante socialista, estaba a punto de nacer otro. "Andaluces levantaos" no es ninguna metáfora: es un sobre marcado. Así se logró construir el ecosistema perfecto: vivíamos en una cooperativa enorme desde la guardería.
En casa siempre vimos Gente con chispa pero nunca nos hemos tragado las historietas de Juan y Medio, la Oprah Winfrey a sueldo de San Telmo. Los estrategas lograron convertir el bigote en un editorial, y su voz de tono pasteloso contiene una empatía que adoctrina. Se habla mucho de TV3 pero esta causa es peor, no sólo por lo simpática que parece. La adhesión a un partido único a través de las buenas acciones, si entendemos por buena ese Tinder televisado, es oscurísima. ¿Cómo no se va a votar compulsivamente al partido que hace follar a la tercera edad? La extraña pulsión que late detrás de todo esto la tendría que explicar Chaves, el heredero que más años ha disfrutado del trono dinástico que fundó Escuredo en el 82.
Después de cuatro décadas escuchando la misma conversación, nadie conoce el sonido real de Andalucía fuera del socialismo. Hasta ahora había una tranquilidad natural en los cargos. La oligarquía del partido se paseaba como shérifs por los pueblos con buenos coches, vacilando de cohechos, enseñando los contactos del móvil. Susana Díaz pasará a la historia como la barona que dejó caer el castillo. Se acabó. La otra Nochebuena sus afligidos funcionarios ya chantajeaban a los andaluces que bebían felices y despreocupados en la calle antes de la cena, liberados por fin de la pesada mochila: "eso de votar a otros partidos es una tontería, hay que votar al PSOE porque tienes que pensar en el futuro de tus sobrinas".