El domingo planeo despertarme tarde, que es mi forma de honrar a España: voy a paladear mi café caliente en esa hora silenciosa y mía, doméstica y contrarrevolucionaria, suave y celeste como mi bata de estar en casa. Hay una España rendida a la paz dominical, una España que se abstiene del circo y se dedica a saldar cuentas con un libro o un amigo pendiente. Bajaré al barrio a por mi vermú y mi sol, ¡tan españoles!, y sabré que en Colón se inaugura una reyerta rancia que no representa al país que yo amo.
El domingo me guardaré la voz para otro día: la contundencia expresiva, los eslóganes. La guardaré para cuando haga falta. Recordaré que hay muchas maneras de destruir una patria pero aún más formas de degradarla. Si alguien me interroga sobre por qué no voy a la manifestación, contestaré aquello que dijo Antonio Gala cuando le preguntaron su opinión acerca de Twitter y Facebook: “No conozco a esas familias”. A mí me sucede lo mismo con Hogar Social, con Falange Española, con Democracia 2000. Yo no comparto causas con fascistoides. Yo no camino a su lado. Ensucian una calle que también es mía.
El domingo seguiré en desacuerdo con Sánchez y con sus concesiones al independentismo, pero no acudiré a apedrear su nombre. Volveré a avergonzarme de los diecinueve insultos de Casado al legítimo presidente del Gobierno, y tampoco me extrañarán, viniendo del hombre que llamó “imbécil” y “subnormal” a Javier Bardem en antena. Todos sabemos emitir metrallas de palabras podridas, pero a algunos aún nos rechina la bajeza. El matonismo.
El domingo repudiaré de nuevo la idea de empujar a las hembras -para algunos no somos otra cosa- a tener hijos para pagar las pensiones. Evocaré el Paquí Pallá S.L.: qué formidable ocurrencia lo de la mani para diluir esa infamia, por cierto. Sonreiré un poco: ¿recuerda el PP cómo se protesta en el asfalto? Hace rato que no les veo por aquí: casi desde aquellas marchas que convocaban para pulverizar el matrimonio homosexual, ya saben, poco antes de que Maroto se desposase. ¿Se sentirán perroflautas, histéricos, trasnochados, piojosos -como decía Villalobos a los chavales acampantes de Podemos-? Pensaré también en las palabras de Paloma Zorrilla, saliente de Vox: "El partido es un timo, una vergüenza, no creen que una mujer pueda tener ideas propias. Están resucitando la Inquisición".
El domingo temeré que la extrema derecha haga con la palabra “manifestación” lo mismo que con la bandera: que la carguen de símbolos oscuros, que perviertan su significado, que la alejen de mis ideales sin boleto de vuelta. Sentiré que el tiempo corre y la brecha sangra. Miraré los toros desde la barrera, tomaré un café mientras cae la tarde, me reiré de otra cosa. Mi concentración personal y política, el domingo, será levantar la ceja. Yo-no-voy.