Probablemente, Pedro Sánchez nunca pensó que la semana acabaría como parece que va a hacerlo: con el anuncio de la convocatoria electoral que ha estado eludiendo desde el mismo día en que llegó a la Moncloa. Siempre dijo, antes de que prosperara la moción de censura, que convocaría a los ciudadanos “cuanto antes” para que estos definieran un nuevo mapa electoral. Por supuesto, luego lo olvidó. Pero nunca supuso que esos mismos que le brindaban el sillón que acababa de abandonar de mala manera Mariano Rajoy acabarían lanzándolo a él a las más inciertas elecciones generales que vaya a festejar esta democracia.
El fiasco de esa figura ya tan histórica como pintoresca, la del relator, la enorme manifestación del domingo en su contra -por mucho que hayan querido minimizarla en numerosos círculos- y, por último, la concluyente derrota de sus presupuestos en el Congreso arrojan una única realidad, esta vez sin posibles interpretaciones adicionales: Sánchez no tiene salida.
La convocatoria de elecciones parece inminente. El hombre que ha estado gobernando gracias a unos apoyos tan escasos como improbables, tan poco naturales que se basaban en una contradicción permanente, cerrará esta extraña etapa al frente del Gobierno del peor modo posible, vapuleado por sus ex socios, con el juicio al procés catalán como telón de fondo y con buena parte del electorado y de su propio partido en contra.
Hay que concederle que, ante una empresa imposible, la de satisfacer a quienes le auparon a la presidencia del Gobierno a cambio de concesiones que no podía ofrecer, ha durado mucho, nada menos ocho larguísimos meses.
Pero esta etapa tan singular da ya sus últimos pasos. El escenario que se abre ahora resulta del todo intrigante. Una vez convocada la ciudadanía, ¿conseguirá la derecha un pacto a la andaluza que resulte suficiente para gobernar? ¿Cumplirá Albert Rivera su nueva promesa de no pactar “nunca más” con Sánchez, incluso si entre los partidos de ambos o con ayudas de un tercero suman suficientes apoyos para formar Gobierno? ¿Sobrevivirá el independentismo a un Ejecutivo menos condescendiente con sus anhelos y sus exigencias? ¿Hará Vox, el elemento que verdaderamente puede revolucionar las urnas en 2019, una aparición tan poderosa como se prevé en el escenario nacional, una que tal vez se asemeje a la que logró Podemos tras su célebre Marcha del Cambio?
Muchas interrogantes de absoluta trascendencia por despejar en los próximos meses, que serán clave para conocer el futuro de un país que, siglos después de su creación, asombrosamente aún parece en construcción.